Diario de Castilla y León

MEDIO AMBIENTE

La Sierra de La Culebra suena a berrea

Esta zona zamorana presencia el reclamo sexual de los ciervos macho hacia las hembras, una escena típica del comienzo de la etapa otoñal

Observación de la berrea del ciervo en la Sierra de la Culebra (Zamora)

Carlos Soria, responsable de Lobisome Naturaleza, durante la observación de la berrea del ciervo en la Sierra de la Culebra (Zamora)ICAL

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Diario de Castilla y León | El Mundo
Valladolid

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El sonido ronco del ciervo retumba en la Sierra de La Culebra zamorana un otoño más. Ese eco que se ha convertido en símbolo de numerosas zonas naturales de Castilla y León, con el fin del verano, y que llena de turistas y curiosos aquellos montes que tienen el honor de albergar a cientos de ungulados que protagonizan uno de los encantos de la naturaleza, en el que los machos exacerban el reclamo sexual hacia las hembras.

La Montaña Palentina, Guadarrama, Soria… son muchos los montes en los que la berrea sirve de atrayente de turistas y de enamorados de la naturaleza. Pero en La Culebra, Reserva Regional de Caza, el ciervo no es un animal más. Allí convive con lobos, con los que lucha por su pervivencia, y con la caza.

A día de hoy, el ciervo en esta zona es el que presenta mayores proporciones, según explica Carlos Soria, de Lobisome, una empresa de observación en esta zona, que como todos los días, durante esta época, coloca antes del amanecer los diferentes telescopios y prismáticos para poder visualizar, desde una buena posición, cerca de la localidad de Boya, toda la fauna que previsiblemente transitará en las próximas dos o tres horas por delante de nuestros ojos. Pero sobre todo, cómo el ciervo macho llama, con su ronco sonido, a las hembras y se rodea de harenes de ellas con el único objetivo de reproducirse.

Debido a la depredación del lobo, el ciervo de la Culebra “ha mejorado genéticamente” para mejorar su protección. Soria recuerda que fue en 1973 cuando se creó la Reserva de Caza y se trajeron ungulados de otras zonas del sur de la Península Ibérica. La sorpresa fue que, una década después, estos ciervos ya eran “más grandes y mejor proporcionados que los que se habían quedado en su lugar de procedencia”.

La berrea se convierte así en uno de los encantos con los que todo el mundo puede disfrutar en La Culebra. Atrae a cientos de personas año a año, aunque algunos tienen más suerte que otros. “Yo te garantizo que vas a ver fauna en estado puro, pero luego la mañana puede salir más o menos buena. El sábado tuve un grupo que venía de Madrid que vieron de todo, hasta un lobo que parecía posar para la foto, jabalíes y los ciervos. Les invité a echar la lotería por la suerte que habían tenido”, ironiza Soria, quien aprovecha para criticar la gestión de la Administración autonómica acerca de esta Reserva.

Este año la reproducción se desarrollará igual, aunque en principio no ha sido tan vistosa y se ha acelerado ligeramente por las lluvias de las últimas semanas. Un equipo de Ical es testigo del sonido ronco del ciervo, que se escucha únicamente al amanecer y atardecer, cuando deciden marcar territorio frente a los jóvenes y cuidar de sus hembras. En función de la potencia del berreo, así es la fuerza y tamaño del macho, lo que permite alertar a sus competidores.

Con la ayuda de los prismáticos no es difícil observar el intento de ciervos primerizos de acercarse a otros harenes de hembras. En muchos casos son agredidos por la imponente cornamenta del más fuerte, aunque esa pelea es difícil de ver. Sólo existe lucha si ambos son de similar corpulencia.

Una de las instantáneas más bellas es el momento en que frotan sus cuernos en los árboles. Todo este ritual sirve para espantar a otros machos y tranquilizar a sus hembras, quienes eligen también a los más fuertes. El resultado se apreciará ocho meses después, cuando las hembras paran su cervatillo.

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