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«No me puedo permitir vacaciones ni contratar un farmacéutico»

Con «limitaciones» y «día a día», así lleva María Monge más de 20 años al frente de la farmacia de Villagarcía de Campos, un pueblo de 283 vecinos de Valladolid

María Monge, farmacéutica en Villagarcía de Campos.PHOTOGENIC

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Valladolid

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A María Corral el término ‘vacaciones’ le resulta extraño incluso con la llegada del verano. Junio, julio y agosto no los distingue de octubre, diciembre o abril más allá de temperaturas y paisajes diferentes. Lo que no cambia para ella son los clientes que día tras día acuden al mostrador de su farmacia en Villagarcía de Campos, aunque no son muchos al tratarse de un pueblo remoto de Valladolid de apenas 283 habitantes. Si bien esa cifra conlleva que su negocio sea etiquetado como «imprescindible», también provoca que se encuentre en viabilidad económica comprometida (VEC) ante los escasos ingresos que percibe y los gastos que acumula.

Recalar en la farmacia de Villagarcía de Campos tiene mucho que ver para María Corral con una historia de amor. «Era joven y el que era mi novio, ahora mi marido, era farmacéutico. Entonces, la idea era tener una farmacia para los dos», recuerda la vallisoletana. Pero sin saber si el ‘para siempre’ se iba a cumplir en su relación, sus respectivos padres decidieron les ayudaron a adquirir dos boticas con sólo 16 kilómetros de separación: una en San Pedro de Latarce y otra, donde se plantó María Monge hace casi 20 años, en Villagarcía de Campos.

La actividad de esta farmacéutica es ininterrumpida desde el primer día que colgó el cartel de ‘abierto’ en la puerta que da a la calle Felipe II en Villagarcía de Campos. Siempre de lunes a viernes, con clientes considerados ya de ‘toda la vida’ y sin perder la ilusión, aunque con cierta actitud de rebeldía ante la difícil situación que contempla año tras año. «El problema es la pérdida de población y el bajo precio de los medicamentos», explica María Monge.

Basta con navegar por el Instituto Nacional de Estadística (INE) para corroborar sus declaraciones ya que si el estreno del siglo XXI situaba un censo de 440 habitantes en Villagarcía de Campos, el último registro del año 2023 refleja un descenso de hasta 283 vecinos, lo que significa la caída de un tercio de la población (35,7%).

Por otro lado, el Ministerio de Sanidad anunció el pasado mes de noviembre que reduciría el precio de los medicamentos para ahorrar 200 millones de euros. Lo que significa menos beneficios para los farmacéuticos, lo que aumenta la alarma en el caso de propietarios de farmacias VEC, como ocurre con María Monge. «Ahora mismo estoy facturando prácticamente lo mismo que hace 20 años. Hay menos población pero se emiten más recetas porque con el envejecimiento se toman más medicamentos. Pero luego hay muchos factores relacionados con la presión fiscal o la subida de gastos en luz, calefacción...», explica la farmacéutica.

«Cuando apuestas tu vida, esperas que una farmacia depare algo más» 

«Hay un problema horroroso para encontrar personal en los pueblos»

Toda esta situación obliga a Monge a buscar la rentabilidad de su negocio con el «día a día», lo cual significa prescindir de vacaciones y no contratar personal. «No podemos contratar un farmacéutico ni una semana. Al final te queda un sueldo un poquito mayor que el de un adjunto y, claro, cuando alguien apuesta toda su vida y el patrimonio familiar, esperas que la cosa depare un poquito más», asegura, sin contar todas las «limitaciones» que supone vivir en un pueblo pequeño como Villagarcía de Campos.

Pero ella, pese a considerarse «protestona», siempre ve el lado positivo de las cosas: «Tengo la suerte de que no abro los fines de semana y tengo las tardes libres porque cierro a las 17.00 horas». Pero por muy buen horario que tenga y por la vocación que rezuma, María Monge asegura que todo tiene un límite. «Te cansas porque ves como un año y otro año estás ganando lo mismo que un adjunto que hace sus ocho horas, se va a su casa y se olvida de todos los problemas», expresa.

Esta farmacéutica ahora también ejerce como vocal de oficina de farmacia rural en el Colegio Oficial de Valladolid, por lo que denuncia que el precio de venta de los fármacos está estancado, como refleja que el Sistema Nacional de Salud gastó 12.712 millones de euros en recetas, una cifra que no se veía desde 2009, pero necesitando un 20% más de recetas para lograrlo.  Es por ello que María Monge tiene lo indispensable en su farmacia: «Aquí, como sabemos lo que lleva todo el mundo, tenemos lo que vendemos».

Entre sus reivindicaciones, nombra en primer lugar una rebaja fiscal. «Hay Comunidades Autónomas, por ejemplo en Castilla la Mancha, donde tienen un 25 % de deducción de IRPF, o en otras donde se paga una cuota de autónomos de entre 400 y 500 euros todos los meses», compara la farmacéutica, reclamando a su vez que se les remunere aquellos servicios que realizan fuera de las oficinas, especialmente para facilitar cualquier o medicamento a población mayor con problemas de movilidad. «No se paga porque se supone que es nuestra obligación pero de obligación ninguna. Son cosas que hacemos porque es una profesión muy social y que las haces por humanidad», refleja al respecto.

Pero es con la realización de las guardias donde más pone el acento, un servicio que las oficinas de farmacia están obligadas a realizar y por el que tampoco existe remuneración. «Por ley, durante el horario de guardia solamente podemos dispensar recetas del servicio de urgencias de ese mismo día. Es decir, si viene alguien con su tarjeta para sacar su medicamento para la atención, si nos ajustamos a la ley, yo no podría dárselo porque eso no es una urgencia», explica, sin olvidarse de la «guardia localizada» con la que los farmacéuticos, durante su tiempo libre de descanso o de trabajo, deben dejar un número de contacto por si es necesaria su disposición, sin excederse su ausencia más de 15 minutos. «Para mí estar de guardia no es ningún problema porque la farmacia la tengo en casa, pero hay compañeros que tienen que estar en su farmacia todo el día», expone Monge que, sin embargo, considera que las guardias son « un servicio que hay que tener, porque a alguien le puede hacer falta, pero en el 99,9 % de los casos no cubres ni los gastos de luz ni de calefacción», señala al respecto.

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Pero no solo en Villagarcía de Campos se encuentran estos problemas, sino en toda España, como apunta Monge, que no atisba mejoras en el sector con las nuevas generaciones. «No deja de ser como un comercio, tienes que abrir por la mañana y por la tarde, y por eso la gente está huyendo de la farmacia comunitaria. Entonces, hay un problema horroroso para encontrar personal tanto en el pueblo como en la ciudad», sentencia.