«Es distinto el absentismo que faltar a clase por miedo»
El ‘equipo covid’ del colegio de Santovenia invita a las familias indecisas a conocer las medidas de seguridad: «No podemos presionar a nadie porque el riesgo cero no existe, pero el protocolo se sigue a rajatabla para minimizar el impacto»
El primer día de cole faltaron 32 niños. Algunos estaban malos, con diversas patologías menores, otros se quedaron en casa por prevención al encontrarse sus padres en cuarentena por ser contacto estrecho de un contagiado, alguna familia estiraba los días de vacaciones... y una docena de alumnos no acudió por miedo. Con el paso de los días se han ido incorporando los niños ya curados, los de familias que van cumpliendo los catorce días de aislamiento, los que apuraban el último baño en la playa... pero los del miedo siguen sin poner un pie en el colegio.
La descripción corresponde al colegio Nicomedes Sanz de Santovenia de Pisuerga , en Valladolid, pero es extensible a otros centros educativos donde también quedan pupitres vacíos porque hay familias que quieren evitar a toda costa la exposición al virus de sus hijos.
«El miedo es libre», empatiza Eduardo San José, jefe de estudios y coordinador del ‘equipo covid’ de este colegio público, consciente de que existe una situación concreta en cada hogar, tanto clínica –si hay personas de riesgo– como emocional –cómo viven la pandemia, si han sufrido el mazazo de una pérdida–. «Yo no puedo presionar a nadie para que traiga a su hijo, porque el riesgo cero no existe, pero voy a invitar a que vengan todos, porque hemos tomado medidas de seguridad», sostiene. «No se puede garantizar que no va a pasar nada, pero sí garantizamos que cumplimos los protocolos a rajatabla para minimizar el impacto», apostilla.
Como miembro del equipo directivo ha participado en la organización de este curso y como integrante del ‘equipo covid’ su misión es ahora velar por que las pautas se cumplan y se adapten a la realidad cambiante de este año incierto.
Lo que Eduardo San José rechaza son los mensajes amenazantes que las últimas semanas se han lanzado desde las autoridades educativas o desde la Fiscalía contra los padres ‘rebeldes’. «Funciona más ofrecer cercanía y seguridad que plantear represalias» , opina. Por su experiencia sabe que para que un caso de absentismo llegue a un juzgado tiene que darse una situación muy grave de desprotección para el menor. Y lo que aquí plantean los padres no implica –al menos, no necesariamente– una desatención del niño ni una dejación de la responsabilidad paterna.
Desde este colegio de Santovenia tienden la mano para dar confianza a las familias indecisas, sabedores de que la transparencia es la estrategia más honesta. Pero rechazan presionar a nadie, porque ¿y si luego pasa algo? «Yo llamo a esos padres y les digo ‘vente un día’, ves cómo entramos, te enseño el aula, conoces al profesor y le das una vuelta a la idea, pero no voy a forzar a nadie como hasta ahora hacíamos con los alumnos absentistas, porque estos casos son distintos» , argumenta. «No es lo mismo ser un absentista que tener miedo», añade Eduardo, partidario de abordar la situación de manera diferente y confiando en que la Inspección también lo haga.
Desde la Consejería de Educación quitan hierro a las ausencias al considerar que se trata de casos muy puntuales. Y de momento no hay una instrucción específica para abordar estas faltas continuadas. Lo que rige es el protocolo de absentismo habitual: cuando los profesores detectan tres faltas sin justificar al mes envían un parte a la Dirección Provincial. Y si la situación persiste se actúa desde el colegio, desde los servicios sociales...
Lo que sí puede hacer el centro es quitarle la plaza al alumno porque la escolarización en España es obligatoria a partir de los seis años. En el ciclo de Infantil es voluntaria pero, una vez matriculado, el alumno debe acudir. Por eso algunos padres han ‘desmatriculado’ este curso a sus pequeños para evitarse problemas. Se ha dado el caso en el Nicomedes Sanz de Santovenia.
Como ‘equipo covid’ se encarga de supervisar las instrucciones de seguridad, como que haya gel en los dispensadores, que se desinfecten los elementos comunes o que se respeten las distancias. También es el enlace con las familias cuando llaman para preguntar qué se considera fiebre (a partir de 37,5 ) o para informar de que un hijo se queda en casa por una tos o dolor de garganta, como ya ha pasado estos días, tal y como obliga la ‘declaración responsable’ que han firmado los padres.
Si llega el caso también le tocará llamar a la familia si un alumno presenta una sospecha de contagio estando en el colegio. En esa situación telefoneará también a la Dirección Provincial donde se ha creado otro ‘equipo covid’ que supervisa y asiste a todos los centros en la aplicación de las pautas de actuación ante un caso . Con este procotolo, Eduardo se siente «más amparado» porque «dará una respuesta rápida, eficaz y uniforme sobre cómo actuar», confía. Nada que ver –compara– con la desprotección que han vivido los equipos directivos a la hora de organizar la vuelta al colegio.
«La Junta mandó un protocolo generalista y luego cada centro lo adaptó», rememora. «Pero los equipos directivos no somos ni sanitarios ni profesionales de riesgos laborales», recuerda al echar en falta, al menos, que algún experto revisase y corrigiese esos documentos. «El equipo directivo ha asumido la responsabilidad y es quien pone la cara ante las familias», apostilla. En la práctica, además, se ha traducido en una gran heterogeneidad de medidas y criterios entre unos coles y otros que han proyectado una «imagen caótica» de lo que sucede en los centros.
Repartir horarios, papeleos, colocar el aula, reuniones preparatorias... el inicio del curso siempre es un momento de estrés . «Pero lo de este año ha sido lo peor que he vivido con tanta presión» , confiesa.
La imposición del metro y medio dentro de aula y los desdobles aprobados sobre la bocina pusieron patas arriba la organización 48 horas antes de arrancar el curso. El 7 de septiembre llegó el inspector para medir las distancias. Donde fue imposible garantizar el metro y medio se desdoblaron los grupos. Y si no se hizo en otras clases fue por falta de espacio. Los docentes pidieron «empezar una semana más tarde», relata Eduardo con «indignación», porque todas esas medidas «se podían haber adoptado en junio».
Otra tarea del equipo covid será coordinar los equilibrios entre la protección de la salud y la continuidad de la actividades educativas. «Hay que poner en una balanza el riesgo sanitario frente al beneficio psicológico; o el beneficio sanitario frente al riesgo psicológico», resume al describir una situación «complicada» tanto para los docentes –«también son familias»– y para los alumnos, que ahora están en el aula «como hace 35 años: quietos durante horas y siguiendo una disciplina militar en las entradas y salidas».
Nadie sabe qué escenario y qué decisiones se pondrán por delante en las próximas semanas y meses. Eduardo, con predilección por la asignatura de ciencias, se repite una frase que suele decirle a los alumnos: «En ciencia, lo que hoy es verdad mañana puede ser falso».