La suerte de tener un camello con perro
El Observatorio Español de Cannabis Medicinal describe como «una situación dramática» lo que vivieron en el confinamiento los pacientes crónicos que tratan su dolor con cannabis o derivados al quedarse sin suministros / El mercado negro demostró ingenio
El camello de Rubén tiene perro. Así consiguió burlar las restricciones de movilidad y llevarle la marihuana.
El proveedor alivió el encierro de este vallisoletano que obtiene cannabis en la clandestinidad para uso terapéutico . Y, en este sentido, solo en este sentido, durante la cuarentena Rubén tuvo suerte. «Si me llega a faltar no sé cómo hubiera soportado los dolores», comenta este hombre de 37 años, diagnosticado hace dos de Esclerosis Lateral Amiotrófica. Pero en otros hogares faltó.
Desde el Observatorio Español de Cannabis Medicinal advierten de que en esos meses de confinamiento «se han vivido muchas situaciones verdaderamente dramáticas» por la falta de suministro.
«Cerraron los clubs de cannabis, algunos avisaron y otros no, y no se podía salir a la calle, mucha gente ha sufrido lo indecible. Es como si a otro enfermo le cierran la farmacia, pues igual de crítico. De repente, se quedaron sin lo único que les daba algo de alivio», indica la presidenta del Observatorio, Carola Pérez, también consumidora «para uso medicinal».
Explica Pérez que en ese periodo recibieron llamadas «desgarradoras de gente desesperada que no sabía qué hacer porque no podía acceder a los productos que mitigaban los efectos de su enfermedad». Esas peticiones de auxilio procedieron de Castilla y León y del resto de comunidades del país.
«Fue dantesco. Muy grave», señala. «Quien tenía a alguien de confianza que se atreviera a jugársela y salir, no se quedaba perdido. O quien cultiva un poco estuvo mejor. Pero en muchas casas se ha pasado fatal porque se estaba al margen de la ley y sin opciones», cuenta Carola, cuya función como miembro del Observatorio se centró entonces en tratar de reconfortar a quien se encontraba al otro lado del teléfono.
«Como paciente y como persona se te caía el alma a los pies. Era imposible atender a tanta gente a la vez y además es que no podíamos hacer nada porque como grupo de expertos solo podemos asesorar», relata sobre unos días que define como «especialmente duros».
El Observatorio está formado por médicos y asociaciones de pacientes, y su presidenta aclara que «además de escuchar», efectúan «investigación controlada y proyectos orientados al conocimiento de las propiedades y usos medicinales del cannabis y sus derivados» Pero, en ningún caso, atienden pacientes ni dispensan.
La presidenta de esta entidad indica además que quienes fueron «privilegiados» por tener dispensación durante el estado de alarma también se enfrentaron a los abusos del mercado negro. «El gramo de cannabis pasó de valer seis u ocho euros a 25. El que se arriesgaba encarecía el producto».
En ese tiempo, Rubén, «tranquilo» por estar cubierto por «un conocido que trapichea», fumaba antes de acostarse, pero no encontraba el efecto deseado. «Por un lado se me quitaban los calambres y los dolores de las piernas y dormía, pero por otro me dejaba demasiado fuera de juego», indica.
«No viene bien estar colocado para la enfermedad, si ya tengo poca estabilidad, así era peor, pero necesitaba hacer algo para aguantar», relata Rubén, que empezó sin mover un dedo y ahora se traslada en silla de ruedas mientras la inmovilización avanza por los brazos.
Ya no fuma y se ha cambiado a un aceite con componentes del cannabis . «Con unas gotas bajo la lengua se me pasa y puedo descansar un poco. He pasado de dormir un par de horas a seis o siete. Es una maravilla», comenta.
El caso de este vallisoletano se repite por todo el territorio nacional: «Al principio ni calculan las dosis, ni el método de dispensación más conveniente».
Por ello, desde el Observatorio recomiendan asesoramiento previo. «Los que utilizamos canabinoides para el dolor hemos llegado a un equilibrio, bajando otros medicamentos y reduciendo así sus efectos secundarios. Lo primero que tiene que hacer quien quiere informarse es dar con un médico experto en uso de cannabis, que los hay, y estudie sus particularidades, sus contraindicaciones farmacológicas...», expone Carola Pérez.
Ella se cayó patinando con once años, acumula operaciones –en una de ellas le «quitaron el coxis»– y tratamientos contra el dolor crónico neuropático.
Consume «de modo controlado unas gotitas de un aceite sublingual con componentes del cannabis» y asegura que hasta que no dio con ellos no conoció la calma. «Si tomo más, no me encuentro bien y no quiero eso. Tengo mi mente despejada y la medicación está en dosis ínfimas. Mi calidad de vida es infinitamente mejor».
Una sensación similar refiere otro vecino de Valladolid, Fidel, que halló en el cannabis un método para apaciguar las fuertes molestias que le provoca una enfermedad neurodegenerativa. «Cuando me propuso un amigo que lo tomara no me lo creía, pero probé porque vivir con dolor es horroroso. Me funcionó», cuenta. «Mucha gente necesita una solución y no se le da».
No se sabe con exactitud a cuantas personas se refiere. El Observatorio de Cannabis Medicinal calcula que «más de 200.000 personas se automedican con canabinoides» –en sus distintas presentaciones, como vaporizadores para un efecto rápido, aceites, óvulos vaginales o cremas–.
«No lo sabemos porque estamos en el mercado negro y hay miedo al estigma. A lo que diga la familia, a que confundan esto con fumarse un porro. Te ven como un drogadicto. Puedo tomar morfina a kilos y como me lo prescribe un médico no pasa nada», explica Pérez.
Fidel aboga porque se aborde el debate sobre su legalización para uso medicinal como sucede en otros países. «Sería perfecto que se legalizara y se pudieran tomar por ejemplo infusiones sin problema. Tendríamos información más exacta y podríamos elegir», indica.
Carola Pérez lamenta que España vaya «por detrás de otros territorios donde sí está regulado el consumo medicinal» y critica su «hipocresía»: «Aquí no se puede consumir, pero sí se permite producir para exportar. Ya se cultiva pero para enviar fuera. Mientras las instituciones y los políticos no hagan nada, seguiremos ayudándonos unos a otros».