Diario de Castilla y León

La primera paciente de coronavirus que abandonó la UCI del Clínico de Valladolid entre aplausos muere 36 horas después

Publicado por
Felipe Ramos
Valladolid

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Apenas 36 horas. Eso es lo que ha durado con vida la mujer que este lunes pasado salía de la UCI del Clínico entre aplausos y al grito de «¡campeona!» de los médicos y enfermeros del Hospital vallisoletano, según confirman las fuentes del propio hospital consultadas por este periódico.

«Ayer la sacaban aplaudiendo y hoy está en el cementerio», lamentaba Teresa, la hermana de Carmen F. A., de 81 años, en declaraciones a este periódico. «Salía con esa alegría y hoy está muerta», declaraban a este periódico su hermana y su cuñado.

Un fallecimiento que ayer trababa de ocultarse en el Clínico, por el golpe moral que supone el hecho de que unas horas después de que la paciente hubiera salido de la UCI del hospital universitario vallisoletano haya fallecido por coronavirus.

Pero es que todavía ayer podía encontrarse por las redes un vídeo en el que aparecía el momento en el que los profesionales sanitarios aplaudían a la paciente y ella les devolvía los aplausos. «Un éxito total», se oye decir a uno de esos profesionales de ese vídeo montaje, que circula por redes mas largo pero que este periódico ha quitado las imágenes donde sale la fallecida en la cama

«Es un golpe muy duro, ayer parecía tan feliz y hoy está muerta», afirma Teresa, quien eso sí no lanza ni un sólo reproche, más allá del que no ha podido despedirse de su hermana.

Sin duda, en esta crisis sanitaria del coronavirus, que se cobra ya más de 200 muertes en Castilla y León, el fallecimiento de Carmen F. A., la primera contagiada por el COVID-19 que salía de la UCI del Clínico, es un duro golpe moral para los profesionales sanitarios. Y, quizás, sea esa la razón por la que ayer mismo se trataba de ocultar la muerte de esta paciente.

Según señala su hermana a este periódico había ingresado el día 19. «Sí, sí, es mi hermana. Ayer salía aplaudiendo y lanzando besos y ahora la están enterrando y yo no puedo ir», concluía Teresa, con gran entereza y sin emitir culpa alguna.

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