¿Por qué no se quema Soria?
Castilla y León sufre un verano terrible en materia de incendios forestales pero Soria, con la mayor masa de boscosa de España, resiste el embate del fuego. La clave viene desde hace siglos y es conjugar el aprovechamiento, la conservación, la economía y la implicación social
Aún no se ha rebasado el ecuador del verano y ya se puede considerar como trágico en materia de incendios forestales. Dos víctimas mortales y decenas de miles de hectáreas arrasadas en Zamora, 40 viviendas calcinadas en Burgos, numerosos pueblos de León evacuados, Ávila y Salamanca viendo cómo las llamas arrasaban sus bosques... Pero en la lista no está Soria. Y no lo estuvo el año anterior. Ni el precedente. Desde el año 2000, los grandes incendios forestales (tres, uno de ellos heredado de Castilla-La Mancha) han quemado 3.766 hectáreas. En 21 años, apenas un 6% de lo que ha sufrido Zamora desde junio.
El director del Centro de Servicios y Promoción Forestal y de su Industria de Castilla y León (Cesefor), Pablo Sabín, explica desde Soria la cantidad de factores que intervienen y cómo el ‘Modelo Soria’ puede y debe extenderse, aunque con las lógicas adaptaciones. Vienen años bastante duros.
«Lo primero que tenemos que tener en cuenta es que las comparaciones entre territorios hay que tomarlas con pinzas. Las recetas no son fácilmente extrapolables. Castilla y León y España son lugares muy diversos donde existen condiciones muy diferentes. Hay que huir de soluciones simples», advierte este Ingeniero de Montes y experto en ordenación forestal y silvicultura.
La pregunta clave: «¿Qué elementos tiene Soria que no tienen en otros lugares? Para empezar, tiene una gestión forestal asentada con un bagaje histórico y tradicional fuerte. Eso hace que haya todo un sistema formado por un conglomerado de propietarios forestales públicos o privados, una administración forestal implicada, centros tecnológicos, sector industrial de transformación de la madera, la Universidad... que están todos implicados en la gestión forestal. Es la primera anomalía con respecto a otros territorios», señala.
«Otra diferencia», explica Sabín, «es la tradición de la gestión forestal. España y muchas zonas de Castilla y León están en un estado de juventud forestal. Hay pocas masas maduras, son bosques jóvenes, y la sociedad no ha integrado esos bosques jóvenes en su día a día. En cambio en Soria es un sistema muy maduro donde está integrado».
También pesa la «visión compartida» de «aprovechar los recursos y generar economía local, baja en carbono, productos naturales. Esto se manifiesta en el intento de aprovechar al máximo la madera, la resina, la micología, etcétera. Ya sea la parte política, ya sea la parte ciudadana, esto es una cosa que se entiende».
El director del Cesefor defiende que «hay que conservar nuestro patrimonio natural y la biodiversidad, pero con una visión en la que pensamos que hay que aprovechar. Esa visión compartida genera una paz social. La gestión forestal no está bloqueada». Como ejemplo cita la respuesta social ante una corta «como los cientos que se hacen en Soria» en Aragón. Eso lo que hace es paralizar. Esto no existe en Soria. En Soria a nadie le extraña ver un camión de madera aparcado en la avenida de Valladolid y nadie se va a atar a ese camión».
Hay otros factores más allá de la conciencia social. Por ejemplo, Sabín destaca que «nuestras condiciones climáticas no son tan malas como las de otros territorios. No tenemos el clima de Andalucía o de Zamora siquiera o el de Orense. Son más favorables. Aún así, no le quita mérito a que estemos mejor preparados que otros».
El extraer madera, el ir a por setas, el caminar por una senda de pescadores también tiene efectos beneficiosos para atajar los incendios antes de que se vuelvan monstruos. Porque en Soria prenden, claro está, pero la rapidez y profesionalidad de los medios suele dejarlos en conatos. «Gracias a este enfoque de aprovechamiento de los recursos, tenemos una red viaria bien cuidada y bien mantenida que llega prácticamente a todos los rincones de la provincia con algunas excepciones. Es muy importante atajar los incendios en las fases iniciales».
Pero Sabín advierte que «no nos debemos autocomplacer. El modelo ha funcionado y está funcionando, pero tenemos que ser conscientes de que necesitamos cambiar cosas. También las condiciones que estamos teniendo y que esperamos para los próximos años son peores que las que teníamos. Tenemos que reflexionar, porque también nuestros ecosistemas sufren por el cambio climático, están más estresados y aumenta su predisposición a los efectos de los incendios».
Desde Cesefor se desarrolla precisamente el proyecto LIFE Soria Forest Adapt para determinar «qué medidas vamos a tomar para adaptar los bosques de Soria a los efectos del cambio climático, y entre los derivados están los incendios. Debemos entender que vienen situaciones peores y debemos también adaptar nuestras actividades y nuestros bosques a lo que viene». La solución está en variar.
«Cuando hay grandes incendios forestales es el propio paisaje el que los empuja, pero también el que los puede retener. Puede generar ventanas de oportunidad para defendernos». Vaya, que un claro en un bosque o repoblar con una masa de especies distintas no supone ningún drama.
Sabín resume que la diferencia del ‘Modelo Soria’ está en bosques «no quiero decir más limpios, hay que huir de esa palabra, pero sí mejor gestionados y con la carga del combustible mejor trabajada». A su juicio, «vivimos en un oasis de entender que tenemos que gestionar aprovechando, generando actividad económica, generando rentabilidad».
«Cuando vives esto y entiendes lo que pasa en Soria lo pondrías como ejemplo en todos los lugares, sabiendo que hay cosas que tampoco funcionan tan bien como deberían. Pero somos un buen ejemplo. Y no sólo Soria, la zona de Burgos colindante y hay zonas en Segovia que tienen también ese 'Modelo Soria'. Pero sí es reducido en términos de Castilla y León y tenemos que visibilizar este valor y exportarlo con la adaptación necesaria», asevera. Para Sabín «no podemos hacer un falso discurso de 'queremos hacer una economía baja en carbono pero no queremos cortar madera'. Esto no puede ser. En Soria lo tenemos muy integrado».
Incluso dentro de la provincia hay margen para extenderlo. Los pinares jóvenes de Tierras Altas, por ejemplo, «hace 50 años no existían» y toca trabajar para que la gestión arraigue entre la población. «No podemos copiar y pegar» el ejemplo de Pinares, pero sí ir moldeando unos bosques productivos y resistentes a los incendios. «Estamos cogiendo lo bueno que ya sabemos y lo estamos aplicando allí. ¿Qué está haciendo la Junta muy bien? Las claras, los tratamientos selvícolas, todas las pistas, para que esas zonas jóvenes cada vez estén más adaptadas, tengan mayor capacidad de defensa, que los pueblos ingresen dinero, que empiecen a valorar esos pinares». Para el futuro en esa zona «tendremos bosques más maduros, mucho más resistentes. Vamos por el buen camino». Un ejemplo a futuro.
«Se inculca que el monte no es del pueblo, es del vecino»
«No es algo que se explique fácilmente, es algo que se inculca y se vive. Aquí la gente y el monte es uno. El monte no es del pueblo, es del vecino». El alcalde de Vinuesa, Juan Ramón Soria, repite unas palabras sobre la comunión con sus bosques que podrían ponerse en boca de cualquier vecino de Pinares.
La tradición manda. «El manejo de este tipo de montes no es de ayer ni de antes de ayer. Choca frontalmente con medidas que en otros lugares hacen. Aquí han venido empresas interesándose por el tema de la compensación de CO2 y que te plantean formas de ejecutar esas obras que chocan frontalmente con lo que hay aquí. 'Yo te planto esto, pero no puedes tocar esas hectáreas, por ejemplo, en 30 años'. Mis aprovechamientos forestales son a 80 ó 100 años, pero en el camino, caballero, hay que actuar», sentencia.
«En el camino», prosigue Soria, «tengo que quitar lo que se va quedando seco, lo que no tiene fuerza, lo que se queda como cabrio o vara porque no va hacer que crezca el pino fuerte y va a crear más astilla, más combustible. Hay que actuar, no me puedes decir 'te lo planto y no lo toques en 20, 30 ó 40 años'. No. No, caballero. Es que eso no se hace así, o por lo menos aquí no lo hacemos así. Se entresaca la madera, se actúa sobre los diferentes rodales. Pero no me diga que no puedo actuar ahí durante 30 años y sobre todo no me diga que no puedo sacar un beneficio del monte. Porque lo que hace que esto sea perdurable en el tiempo es que se saca un beneficio del monte. Es así de sencillo».
En la ecuación también esta un ganado que «come, limpia el monte. Pero si vas a la PAC no digas que las hectáreas que aportas son de monte, porque no te las cogen. El monte no tiene derechos de PAC porque no son hectáreas pastables».
Desde Covaleda, su alcalde, José Llorente, también mira a la raíz para explicar la situación. «Nos hemos educado con esa cultura, la de que los montes son nuestros, tenemos que cuidarlos y vivimos de ellos. Gracias a ellos han sobrevivido nuestras familias».
Llorente introduce en la ecuación factores meteorológicos y geográficos «porque pueden arder, pero en Covaleda estamos a 1.200 metros de altura, las noches son frescas, sólo hay unas horas centrales con peligro intenso. Otros montes se agostan antes. Pero lo más importante es que la gente tiene esa educación de sentir los montes propios y cuidarlos como si fueran nuestros. Lo son».
Pero, claro está, nadie está a salvo de un rayo o de una imprudencia. Entonces «la gente cuando ve un humo se crispa, porque sabe que se nos puede quemar el monte. La gente se vuelca a intentar apagarlo. Ahora prácticamente no se puede entrar a apagar los incendios, sólo se puede hacer a través de medios profesionales, pero el sentimiento es brutal».
En Covaleda tienen claro que «es importante que esa cultura siga pasando de padres a hijos, que no se pierda, que se siga apostando por nuestros montes, que se haga todo, pero de una forma ordenada. Hay que ser respetuosos con el medio en el que vivimos y seguir avanzando sobre todo en la limpieza, la gestión de los residuos forestales, puntos de agua, limpieza de pistas, para que con el cambio climático esto no nos pille», concluye Llorente.
Sirvan dos ejemplos recientes para comprenderlo. El 22 de julio se detectaba un incendio entre Covaleda y Duruelo, en el corazón del mayor pinar de España, a mediodía, en riesgo extremo de incendios y en plena ola de calor. Rápidamente subía a las copas y la columna de humo visible desde los pueblos hacía presagiar lo peor. La torreta de Cabeza Alta daba aviso inmediato, Junta y Gobierno movilizaban medios terrestres y aéreos, un camino anexo y un cortafuegos permitían llegar en minutos y, en segunda fila, decenas de vecinos estaban listos para ayudar en lo que fuese. Resultado: apenas 0,13 hectáreas quemadas.
El segundo ejemplo está en el incendio de Quintanilla del Coco, Burgos. En la noche del 23 al 24 de julio voluntarios de Cruz Roja de distintas localidades de Soria se trasladaban a Salas de los Infantes para ayudar a montar el albergue y atender a los desalojados. Desde San Leonardo de Yagüe, Soria, salía ayuda municipal y vecinal para que a los bomberos no les faltase agua, comida ni apoyo. Ni siquiera era la misma provincia y estaban a 30 kilómetros del frente. Pero si había un fuego contra el que se podía colaborar, allí estaban los pinariegos. Va en el ADN, seguirá yendo, y a mucha honra.
Talar para que el dinero sí crezca en los árboles
El dinero sí puede crecer en los árboles, pero para ello es necesaria ordenación, conservación y aprovechamiento. En varios pueblos de Pinares existe la ‘suerte de pinos’, un pago de los ayuntamientos a los vecinos con ascendencia en la localidad que se corresponde con la parte proporcional de la venta de madera. En Covaleda la ‘media suerte’, lo que cobra una persona, está en unos 400 euros al año aunque depende de cuánto se corta, se vende y a qué precio. Se transmite ancestralmente de padres a hijos y hay residentes ‘de toda la vida’ en la localidad que no lo perciben por no venir de la raíz.
Ocurre lo mismo en Vinuesa, si bien en este caso los solteros no la perciben y se destina a parejas, o personas en situación de viudedad u orfandad, también requiriendo un vínculo previo de la familia con el pueblo. Hay unos 850 habitantes y sólo 200 son perceptores, así que no sólo es por dinero.
Son unos 300 euros por pago, dos anuales, aunque de nuevo varía cada año. Canicosa, Duruelo, Salduero, Molinos de Duero, Quintanar de la Sierra, Vilviestre... La mayoría de los pueblos de Pinares en Burgos y Soria tienen este ‘privilegio’, concedido por las distintas Cartas Pueblas emitidas por reyes pretéritos para dar a cada vecino un número de árboles para su subsistencia. La Ley 3/2009, de 6 de abril, de montes de Castilla y León, en su Disposición Adicional segunda, establece que donde «tradicionalmente exista un derecho de los vecinos sobre aprovechamientos maderables, podrán transferir a estos dichos aprovechamientos de conformidad con lo dispuesto en las respectivas ordenanzas locales». Que se mantenga, en resumen.
En 2020 las ventas de madera sumaron en toda Soria 7,43 millones de euros a las arcas de la provincia. En 2021 fueron 10,28 millones de euros. «Se cortaron unos 500.000 metros cúbicos, que es aproximadamente el 50% de lo que puede crecer el bosque en un año. Aprovechamos mucho pero aún no estamos aprovechando todos los recursos. Es normal, porque tenemos zonas de bosques jóvenes como Cebollera y las Tierras Altas, todavía tenemos que dejar que crezcan», explican desde Cesefor.
El Ayuntamiento de Soria y la Mancomunidad de los 150 Pueblos, por su parte, son propietarios de numerosos montes arbolados incluso fuera de su término, hasta la linde con Burgos. Anualmente las ventas de madera rebasan –algún año por mucho– el millón de euros. Sí, los árboles ‘pagan’ aceras y eventos y lo hacen bajo la certificación de madera ‘Pino Soria-Burgos’. En estos casos no se reparte directamente y no es tradición, pero repercute.