Un sacerdote mirobrigense reclama un obispo propio para la Diócesis de Ciudad Rodrigo tras 2 años con el cargo vacante
Mediante una carta abierta, Tomás Muñoz muestra su preocupación por el futuro de la circunscripción eclesiástica y lamenta la falta de transparencia al respecto de la Conferencia Episcopal
El sacerdote mirobrigense Tomás Muñoz Porras reclamó, mediante una carta abierta dirigida a sus feligreses con motivo de la festividad de los Reyes Magos, el nombramiento de un obispo residencial propio para la Diócesis de Ciudad Rodrigo , cuando se cumplen dos años sin contar con uno.
Durante este tiempo, el administrador apostólico Jesús García Burillo es quien ha ofrecido el servicio pastoral , aunque, según Muñoz Porras, “ no es la situación más adecuada ” porque prolongar durante dos años esta situación de tránsito, “lesiona a la institución”.
El sacerdote, que encabezó su misiva con la cita de Martin Luther King 'Morimos el día en el que guardamos silencio ante las cosas que importan' , lamentó precisamente la falta de comunicación por parte de los responsables eclesiásticos a este respecto. Habló de un silencio “profundo y prolongado” y denunció que, tras dos años sin obispo, “nadie dice nada, nadie da una razón, todo son rumores y solo rumores”.
Tomás Muñoz Porras recordó que, repasando la historia de la iglesia mirobrigense, se observa que las “mayores calamidades” que ha sufrido se han producido cuando se encontraba sin obispo residencial propio. “Porque una Iglesia requiere su obispo, así como el obispo requiere de su iglesia”, argumentó, aludiendo a una “unión esponsal”, es decir, “un vínculo de amor tan fuerte que ambos se cuidan entre sí”.
Según indicó el sacerdote en su carta abierta, son 800 los años de historia que contemplan a esta “pequeña iglesia” que “ha mantenido vivo el Evangelio en esta parte de los antiguos reinos de Castilla y de León” . Y esta historia “larga y hermosa” le da “una dignidad que cualquier hijo fiel de la Iglesia sabe y debe admirar y respetar”.
En estos términos, Muñoz Porras se preguntó en su misiva si la intención es eliminar la Diócesis de Ciudad Rodrigo o integrarla en la de Salamanca. “¿Pero es posible eliminar una iglesia buena, hermosa y centenaria, en el silencio, en medio de un mar de rumores? ¿Será posible tomar la decisión más importante en la historia de la Iglesia Civitatense cuando se encuentra en la situación más triste y frágil, sin su obispo residencial, sin el esposo y sin una sola palabra para sus hijos? ¿Sería este el respeto debido a la dignidad hacia una centenaria Iglesia particular?”, interrogó.
Por esta razón, aunque aludiendo a “rumores”, el sacerdote insinuó que una posible razón para que desaparezca es porque “es pequeña y tiene pocos habitantes”, sin embargo apuntó que más de un centenar de diócesis y administraciones apostólicas tienen menos fieles que la de Ciudad Rodrigo .
“En todo caso, si esta fuera la única causa, aún estaríamos más asombrados, porque, en efecto, es una Diócesis pequeña, pobre y humilde. Sí, es cierto. Pequeña, porque a lo largo de los siglos le han arrebatado sus territorios, le han desmembrado sin consideración, porque nunca fue fuerte ni poderosa. Pobre, porque vivimos en el oeste del oeste de España, la zona más pobre y deprimida del país, en las tierras de la frontera. Humilde, porque nunca fue 'importante', porque siempre es la última, la que no cuenta. Pero no importa, no nos importa, porque debemos aceptarnos en la pequeñez”, escribió.
En este sentido, se preguntó, “¿cómo es posible que la pequeñez, la pobreza y la humildad, que son una clara y absoluta opción preferente en el Evangelio de nuestro Señor Jesús, sea ahora causa de males y desgracias para nosotros, sea causa de castigo para esta Iglesia y su tierra?”. Y lamentó que “en estas tierras pobres, que se siguen empobreciendo, en población y en todo, ahora también le arrebatan instituciones de vida tan importantes y antiguas como la propia Diócesis”.
El sacerdote explicó que la “frágil situación de orfandad” que atraviesa la Diócesis de Ciudad Rodrigo le motivó a dar un paso al frente, ya que “falta quien le dé voz” ante los responsables de la Conferencia Episcopal y de la Santa Sede de Roma para expresar “sus inquietudes, sus problemas, sus gozos, sus planes pastorales de futuro”, un defensor que mire con “ardor y firmeza por sus intereses”, que solo puede ser su obispo propio.