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Al bipartito del Ayuntamiento de Burgos le ha venido un tornado como el de Alicia en el País de las Maravillas que los está transportando a una realidad paralela. No a Kansas ni a los dominios de la Reina de Corazones sino a un terreno fangoso -incluso con la acepción actual del término fango, en este mundo de posverdad-, más parecido al Gamonal de 2014 que al Burgos de este 2024. La tormenta perfecta se lleva forjando muchas semanas en las que ya se han movilizado los activistas más sectarios, los instrumentales, los de tropa y los que no saben donde van, pero acuden porque hay música. La pinza se les iba cerrando poco a poco, pero las barracudas huelen tanto la sangre y el miedo que se quitan las caretas y se les ve la orientación política. Y justo entonces, Vox sale a buscar protagonismo. Como el tonto del pueblo, con el que estás tomando un vino y de repente te calza un soplamocos sin que venga a cuento.

Por «ocurrencia de Abascal», según el diagnóstico político del líder el PP en la provincia, los peperos y en particular su alcaldesa, se han metido en un fregao del que será muy difícil que salgan con todas las plumas intactas. Al PP, que parece intentar su programa electoral de gestión frente a un Vox que se conforma con las píldoras ideológicas más desestabilizantes, le crecen las plataformas contrarias a su política urbanística. Si primero se desarrolló la plataforma en contra del parking en altura en la calle María amigo de Gamonal -sí, otra vez se agita la calle en el barrio de forma interesada contra un parking-, y luego se lanzó una segunda coordinadora popular contra otro estacionamiento en altura junto a un colegio en la otra punta de la ciudad; ahora se les une una tercera en contra de la construcción de un ambigú en el paseo de la Isla, liderada por una antigua integrante de los círculos de Podemos en la ciudad. Estos movimientos populares recuerdan a la fase en la que el PP gobernaba Burgos en solitario y se expuso a las iras de los vecinos en contra del bulevar de Gamonal. Hace diez años la protesta se articuló en torno movimientos fuertemente conectados con la izquierda burgalesa y el mundo antisistema y ocurre lo mismo en estos momentos cuando arrecia la movilización. Vox, siempre con su sentido de la oportunidad muy escacharrado, somete a su socio de Gobierno a un escarnio difícil de soportar. El PP transige y se justifica en su empeño por aprobar las cuentas de 2025 a toda costa y tal cerrazón vale una manifestación multitudinaria por recortar las ayudas a las ONG que trabajan con inmigrantes. Salvo que el PP maniobre para contar con un presupuesto cómodo para prorrogarlo hasta las próximas elecciones y poder prescindir de su socio, no le veo sentido a achicharrarse como San Lorenzo en la parrilla y más cuando son contrarios a las políticas de Vox sobre inmigración. La pinza, el que se deja pinzar y los pies de barro (o fango).