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PARECE QUE esto no ha terminado por las buenas. Quienes –como este servidor que suscribe–, pensábamos que Luis Tudanca estaba desahuciado, amortizado, para el arrastre, y en la pole más ínfima del farolillo político, nos hemos llevado una sorpresa. Nos hemos equivocado. El burgalés está luchando con coraje, ha plantado cara a la burocracia cortacabezas y miope hasta las trancas, y está exponiendo los higadillos en la parrilla allí donde los demás mantenidos por el triturador Sánchez ponen pies en polvorosa.

Le ha dicho al 1,al innombrable, al alfa y al omega, y al precioso ridículo que se toma 5 días de vacaciones para hacer historia de baja cuna con las begonias marchitas, que no se va, que lo que pretende hacer es una cacicada de padre y muy señor mío, que la militancia es quien decide y no cuatro mangutas «en un despacho de Madrid», que está recorriendo las distintas agrupaciones para «hablar y explicar los hechos con transparencia», y que sabe lo que quiere ser en un partido piramidal, absolutista y a la deriva de Alí Babá y los 40 ladrones: tener un compromiso «autónomo, que defienda y piense en Castilla y León, y sólo en Castilla y León».

Percibo no obstante –quizás vuelva a equivocarme– un pequeño error en la postura honorable de Tudanca. Dice que, aunque no lo comporta, siente un profundo «respeto» por las decisiones del 1. Este buenismo político puede llevarte al patíbulo de don Álvaro de Luna, hijo. Mi experiencia poética me lleva a lo que vengo repitiendo aquí una y mil veces, siguiendo a Góngora: «Decidme, ¿qué buena guía/ podéis de un ciego sacar?/ De un pájaro, ¿qué firmeza?/ ¿Qué esperanza de un rapaz?/ ¿Qué galardón de un desnudo?/¿De un tirano, ¿qué piedad?». Nada de nada de nada…