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SE ENQUISTA el soterramiento en Valladolid. Renfe y el Ministerio de Transportes –irracionalidad y bemoles por argumento– quieren romper ya la Sociedad Valladolid Alta Velocidad. En el otro extremo, el Ayuntamiento y su alcalde repiten que de romper la Sociedad nada de nada: que lo que hay que hacer es sentar las bases de una colaboración efectiva para acabar con la integración de las personas con los topos y las lombrices, y para soterrar los trenes de Renfe que impiden a las personas transitar libremente por su ciudad sin trabas ni puentes ni mojones ni escaleras faraónicas ni techumbres ni embudos de oscuridad para una película de terror.

En medio, la ciudadanía, cabreada, hace chiribitas con los ojos viendo los hechos, haciendo comparativas, y contabilizando injusticias al por mayor: ¿Por qué el soterramiento es lícito, justo y necesario en otras ciudades y no en Valladolid? ¡Ah! A esta pregunta tumbativa responde Renfe y el Ministerio de Transportes con el cinismo del cura que hizo una pira con los libros de don Quijote: «Nunca lo bueno fue mucho». Como yo soy lo bueno y lo mucho, decido qué libro quemo y cuál salvo de la hoguera, y determino también que Valladolid se joda y que aguante la integración por decreto.

Cómo será de desvergonzada y de gratuita su hinchazón que, ante el caos, Yolanda Díaz ha tomado las riendas: «Declarar la Obligación de Servicio Público para los trayectos de ferrocarril nocturnos con el objetivo que la operadora Renfe o cualquier otra pueda realizar estos servicios». Tiene huevos la huevera. Esto mismo propuso María Antonieta cuando faltó el pan en París y la gente se echó a la calle: si no hay pan, que coman pasteles. Esta cabecita de serrín acabó en la guillotina.