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David Arranz. ICAL

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HAY QUIEN en la Universidad de Salamanca (USAL) no digirió, ni ha digerido, ni digerirá que un tipo brillante, ingenioso, talentoso y emprendedor, a la par que tímido y discreto, como José Manuel Corchado se aupara, por derecho democrático, a la herencia rectoral de Unamuno, aquel que le cantó las cuarenta al tuerto y sus pistoleros en la célebre escena del paraninfo de la universidad. Hay algo de unamuniano en la resistencia de Corchado y bastante de fascista en sus acosadores y acosadoras. Personajillos mediocres podridos por el rencor, la envidia y el resentimiento. Fascismo del bueno en el claustro, como dios manda. Tal fue su inquina que intentaron fusilarlo al amanecer de su mandato por hacer lo que hacen todos los investigadores, obligados por la dictadura de Google: citarse hasta la extenuación para posicionarse. Desde la aparición del leviatán Google, el estado que engloba a todos los estados, los conceptos y la percepción de la realidad ha cambiado. La realidad académica, política, comercial, mediática, y de todo tipo. Pero esa no era la cuestión. La cuestión era intentar arruinar la reputación de quien sucedió a Unamuno sin oposición alguna. Los fascistas no confrontan en democracia, lo hacen en las sombras del amanecer, a la siembra de la cuneta. Tampoco dan la cara. Para eso ya se buscan mamporreros y pistoleros a pluma y sueldo. Ha tenido que esperar un veredicto universitario de inocencia para superar su estado de presunto culpable. Hasta la inoperante ministra de Ciencia, Innovación y Universidades, Diana Morant, colaboró con la maquinaria del fango, poniendo el ventilador de su departamento, soplando a favor de los fascistas. El rector tuvo que demostrar su inocencia. La presunción sólo rige para los presuntuosos. Begoña. Es de coña . Cuánto vago, y vaga, cría este gobierno El espíritu de Unamuno permanece imborrable en la USAL. El de Millán-Astray, sigue latente en la ansiedad de unos acomplejados con birrete.

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