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Óscar López.JOSE MANUEL PEDROSA

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POR FIN Óscar López ha alcanzado el sueño que tenía desde niño: ser ministro. Como el genial Jesús Posada, que es lo que siempre quiso ser: ex ministro. Ministro de Transformación Digital lo ha nombrado Sánchez, a López, no a Posada, para sacarlo de la sala de máquinas de Moncloa, donde se urde todo lo que afecta a Sánchez y al PSOE, que ha dejado de ser organización política para convertirse en una extensión del personalismo del presidente. El nombre del ministerio es un tanto confuso. Es el Ministerio del Incibe de León y luego también lleva lo de las wifis inalámbricas. El mayor tesoro de ese departamento que López ha heredado del nuevo gobernador, que no gobernante, del Banco de España, se encuentra en León y fue una brillante idea de Zapatero. El centro de ciberseguridad, un artilugio político con un potencial imparable si de verdad se decidieran a darle brío. Un instrumento esencial para el desarrollo de León, irradiando hacia la comunidad, el día que decidan descentralizarlo de Madrid, que es el sumidero de todo, por mucho que el edificio se plante en el emergente barrio de la Lastra de la capital leonesa, que ahora celebra buenas verbenas gracias al mecenazgo del Incibe. El PSOE todavía disfruta de la herencia de Óscar López en Castilla y León. Y el PP de Mañueco, más. López es mas estratega de despacho que político de calle, seguramente por esa timidez innata pese a su porte y la seguridad de su discurso. Intentó modernizar el PSOE de Castilla y León en un experimento que le vendió José Blanco a Zapatero y que acabó como el rosario de la aurora. Por cierto, todavía hay redactores que se acuerdan de López y sus antepasados a cuenta de la infame rueda de prensa que convocó al amanecer en unos riscos de Riaza. Puro Cambio. Herrera cambió por Herrera y luego por Mañueco. En Castilla y León lo más certero es andar por lo segado y aplicar sentido común. Tres ministros. Muchos parecen para tan humilde territorio.

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