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DINERO público tirado directamente a la basura. Hoy se cumplen 24 días de la inauguración a bombo y platillo del túnel ferroviario de la calle Padre Claret de Valladolid como «una solución integral» ciudadana. ¡Qué alucine vallado, qué tongo a voleo, qué clase de vergüenza pública a la vista, qué derroche de ojo a la virulé, qué inversión tan inútil, y qué tipo de impunidad caprichosa y clasificada! Al ver este armatoste de cemento armado, y tener que usarlo porque no te cabe otro remedio, uno comprende del todo a ciertos políticos municipales: por sus obras los conoceréis.

Se trata de un galimatías concebido en pecado mortal. Como tengas un impedimento físico, vas de culo. Por la parte de la izquierda -en dirección al Mercado las Delicias- una escalinata faraónica e infinita anima a darte la vuelta. Si tomas la rampa de la derecha porque las escaleras infartadas son un riesgo en sí, el trayecto se multiplica por dos. Así que cuando llegas por fin a esta gran topera de inteligencia artificial, vas con la lengua afuera. ¿Y qué ves lo primero como dispendio artístico? Los grafiteros –okupas de brocha gorda y del gotelé– ya se han adueñado de las paredes y entras de lleno en una realidad paralela: la mugre hay que mirarla con pinzas.

Así que suscribo de pe a pa lo que dicen la Plataforma del Soterramiento Ferroviario y el Ayuntamiento: «Este tipo de espacios urbanísticamente son una aberración, y el soterramiento es la única solución integral para Valladolid». El resto son políticas miopes y sectarias, y de un anticiudadanismo tan radical y persistente, que un túnel de acceso deja de ser un paso franco para convertirse en la ventanilla política de RENFE para contabilizar desatinos. Qué hartura de mamotretos.

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