Diario de Castilla y León

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EN GENERAL uno no se imagina que dentro de la actividad de los sindicatos esté la de pedir el despido de toda una plantilla, así que cuando sucede, sorprende. Porque sí, sucede. Si a esto, en una explicación rápida y sesgada se añade en que el problema está en que no hay marihuana, la historia podría ser objeto de viralidad en las redes sociales y con gasolina para los diversos odiadores profesionales y aficionados. Sería el mejor combustible, gracias a una parte de verdad. La historia se produce en Soria donde ante una propuesta de Expediente de Regulación Temporal de Empleo, ERTE, para medio centenar de trabajadores, los sindicatos dicen que prefieren un ERE, o sea, sin la letra te que marca la temporalidad de la medida. Prefieren el despido y los trabajadores están de acuerdo, porque ya no quieren un quinto ERTE y prefieren la indemnización que corresponda y el pago de la deuda salarial pendiente. Y, efectivamente, el problema tiene que ver con la marihuana, que es a lo que se intenta dedicar la empresa, al cultivo de cannabis para uso medicinal. Ha tenido ya alguna tonelada cosechada, en pruebas, pero aún no ha logrado el permiso definitivo de la Agencia del Medicamento. La empresa es Ondara y es de capital estadounidense, que compraron, en un proceso de liquidación judicial, Aleia Roses, una experiencia muy prometedora con unos modernos invernaderos para producir rosas en Soria y venderlas en Europa. Nació en 2015 y llegó a tener 300 trabajadores, pero en 2019 se vio estrangulada por un problema de financiación. El concurso, con 267 trabajadores todavía, y tras algún sonado y fallido intento de venta en el proceso concursal a un miembro de la familia Botín, las rosas fueron a parar en 2020 a manos yanquis, que soltaron 5 millones de euros, un precio de ganga para las instalaciones y las 14 hectáreas de terreno, y se comprometieron a mantener 250 empleos y seguir con las rosas a la espera del permiso para plantar marihuana. Unos meses después arrancaron las rosas, valoradas en 6 millones de euros, y lo apostaron todo a la marihuana, asegurando que todo era más fácil de lo que se decía, pero la realidad es tozuda y esos permisos para el cannabis tardan lo que tardan. En este periódico se publicó que fácilmente se necesitarían tres años y ya se han superado. El caso es que esa fuente de esperanza que fue en su día Aleia Roses para el epicentro de la sangría demográfica, con 300 trabajadores, hoy es una pesadilla para los 50 empleados que quedan y que hasta los sindicatos ruegan por su despido. Los estadounidenses han demostrado poca empatía y el valor de su palabra ha quedado muy tocado. Las cosas están como están, pero hay que desearles que acaben teniendo suerte y les dejen producir marihuana, para que esas valiosas instalaciones den algún fruto en Soria y generen riqueza y puestos de trabajo.

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