Diario de Castilla y León

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Cada cual cuenta la fiesta como le va. Castilla y León es un rebose de fiestas y de fiesteros en masa. Qué maravilla, qué envidia cochina. Casi todos los pueblos, celebran nuestra Señora y San Roque, y el que no lo celebre, pues se lo pierde, y que se atenga a lo que dice el refrán.

Sobre la Virgen melonera –la de la Asunción– lanza esta advertencia: quien no esté al loro «que se vaya pa fuera». Y ello porque se acaba el verano y la juerga. Sobre San Roque, la cosa es más sutil, pues entra la política. Esto cantaban en el Burgo de Osma años ha, que es de máxima actualidad y a lo que voy aquí: «En tu santa procesión / ya no se puede uno expresar. / Si habla de Monarquía, le dicen tonto. / Y si de República, animal. / Para no faltar a nadie / lo mejor que hay es callar».

Esto es lo que tenía que haber hecho el alcalde de Soria: callar. Como si fuera un botero de los de antes, que vendían botas por la Asunción, se presentó a las fiestas de Tardelcuende con toda la parafernalia cañí del progresismo laico. Con un par se montó un papamóvil, repartió bendiciones urbi et orbi, y con la escobilla del retrate espolvoreó agua bendita de las bajantes sobre los atónitos ciudadanos. Qué zurullo en andas impropias de un burdel.

Lamentable espectáculo que ha sido denunciado como delito de odio, y por «menosprecio y burla hacia los ritos y símbolos del catolicismo». El alcalde de Soria ha pedido perdón, pero como era su fiesta laica, se ha quedado pegado al cargo como quien sirve a una permanencia tóxica y nunca pasa sed. Hay algo peor en política que «una torpeza», como asimismo se ha calificado el edil. Lo peor de todos estos delitos cometidos en una fiesta popular, es que se trata de un error calculado, consentido, y que llueve sobre mojado.

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