Diario de Castilla y León

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Me tocó la china. Por temas profesionales tuve que embarcarme el pasado lunes 5 en un viaje en tren para asistir a unas jornadas en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo de Santander. Gran fraude en ruedas. No por las jornadas sobre «Fundaciones en Red», que fueron un éxito, y que dirigió con gran tino, sabiduría y templanza, Juan Manuel Bonet. No. Lo digo por el viaje en sí.

Juzguen. Voy a ventanilla, pido un billete para el Alvia Valladolid–Santander, y bingo: afortunado, tengo plaza de ida y vuelta. Me asignan el billete, y nada más pagarlo –y como si me la hubieran metido doblada– el funcionario con manguito me advierte que el billete tiene truco: que no puedo cambiarlo o anularlo, y que no es directo porque el trayecto de Palencia a Torrelavega se hace en bus y luego a ver… Protesté en el acto por el atraco cometido en directo y sin previo aviso. El renfero, como si fuera el revisor del transiberiano, me contestó: «Estamos en obras». Y con las mismas me mandó al departamento de reclamaciones que estaba cerrado a cal y canto.

Pero aquí no acaba el fraude. El martes 6 –ya en Santander–, Renfe me manda un mensaje de condolencias, dándome opciones para cambiar o anular el billete. A buenas horas mangas verdes. No obstante, me presenté por la tarde en la estación de Santander para adelantar mi regreso a Valladolid para el miércoles 7. Misión imposible, bloqueo irracional, trato vejatorio, soberbia comercial, indecencia a tutiplén. Otro funcionario con manguito de la casa volvió a ciscarse en mi estampa: «No puedo cambiarle nada, y reclame usted a su oficina de origen». Esta puñetera Renfe, maleducada y siempre en obras, no tiene remedio: siempre va por raíles intransitables y por donde más hay.

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