Diario de Castilla y León

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Escena playera. Unos niños juegan al balón y una niña se acerca a hablar con su hermano. Ambos, dos renacuajos. Ella le dice: ¡Recoge el bronceador, que es tu responsabilidad! El niño lo reconoce inmediatamente («es verdad», dice), deja momentáneamente el juego y va a cumplir con lo encomendado, con su responsabilidad. Digna de elogio la actitud de ambos hermanos. Y ahora paso a hablar de políticos, no porque quiera decir que son como niños, nada más lejos de mi intención, sino para recalcar que nuestros representantes también tienen derecho a vacaciones, a disfrutar como el niño con el balón en la playa, pero no por ello dejan de tener responsabilidades, que deberían tener en cuenta con la misma o parecida diligencia que el chavalillo, sea la hermana que recuerda ese deber la oposición, compañeros de partido o la ciudadanía. Estos días, el alcalde Soria, Carlos Martínez Mínguez, ha sido noticia en todo el país porque estaba en las fiestas de Tardelcuende, que está a menos de 30 kilómetros de la capital soriana, y le dio por seguir una broma organizada por amiguetes en la que se subió a un tenderete montado sobre un Seat 127 a modo de «papamóvil». Las imágenes del vídeo, con el alcalde bendiciendo a la población con agua que recogía de un cubo con una escobilla de inodoro, se hicieron virales y la crítica política fue inmediata. Entre los acompañantes del alcalde no hubo alguien que hiciera como la niña de la playa y le recordara su responsabilidad o si lo hubo el alcalde hizo caso omiso. Por supuesto, tiene todo el derecho a divertirse en verano, en unas fiestas, pero sin olvidarse de que representa a una ciudad y que también fuera de ella es un representante público. Vulneró la normativa de circulación con el papamóvil y le costó una sanción de la Guardia Civil, pero aun siendo una cuestión relevante la seguridad vial, no es lo más importante del caso. Hubo ciudadanos ofendidos con la actitud del político, es evidente, tanto por ver a un político en una demostración pública inadecuada como quienes consideraron atacados sus sentimientos religiosos, entendible si se piensa en una escobilla y en bendiciones. Si todo esto hubiera sido realizado en un ámbito privado, en un recinto cerrado solo con amigos y el vídeo se escapa por indiscreción o mala leche de un participante sería también relevante, pero el caso tendría otro calado. Aquí se salió expresamente a recorrer calles de un pueblo. Lo bueno de todo esto es que ayer mismo pudimos ver a un político, al alcalde de una capital de provincia, reconociendo públicamente su error y pidiendo perdón. No es muy habitual ver en los políticos españoles actos públicos de contrición, así que ver alguno de vez en cuando es de agradecer. Está bien que se produzcan esas reacciones. La del niño de la playa, también es verdad, fue mucho más diligente y su desliz, no recoger el bronceador, mucho más leve. En el caso del alcalde lo mejor ha sido su reconocimiento del error y lo más leve los 100 euros de multa (50 por pronto pago) que le impuso la Guardia Civil.

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