Diario de Castilla y León

Creado:

Actualizado:

Estamos en la situación comitrágica de aquella señorita que yo conocí en tiempos del franquismo. Quería marcharse de su casa a toda costa, pero el padre –don Jesús o Jesusito de mi vida–, que era muy adicto al régimen, se cerró en banda: primero una buena dote, segundo una mejor oposición de carrera según las administraciones públicas, y tercero casarse por la Iglesia como Dios manda.

Como yo no entraba en la terna –era un interino chupadico como un papel de fumar que no tenía donde caerme muerto–, la pájara carpintera, que era más lista que el hambre, se buscó no uno, sino dos buenos maromos. Al padre le pareció de perlas, y le dijo a la niña de sus entrañas delante de mis morritos multimillonarios en metáforas: el que tú elijas, hija. Pues al más bajito. ¿Y eso? Porque del mal, el menos, papá. Se casaron sin más problemas de altura, y se fue de casa tan ricamente.

Lo cuento porque los españoles también tenemos que irnos de casa echando leches. Esto, como en tiempos de Franco, no hay quien lo aguante. Yo estoy en esa rara coyuntura del papel que ya no mira el gramaje, y pienso en un acto de rebeldía: que se rompa por donde quiera y adiós. Ya. Pero por otra parte me jode: llevo toda la vida dedicado al archivo de papeles y la cosa histórica repuebla mis telarañas.

Me fastidia sobre todo que en una semana el tirano Sánchez me haya devuelto a la misma desazón franquista, preconstitucional y sandunguera de antaño que, lógicamente, se mide por las bajuras del sistema democrático. El lunes pasado hablaba aquí de lo poco o nada que le importábamos al señor de la Moncloa: menos que un pito, o como decíamos antes, lo mismo que el pito de un sereno que el pobre se pasaba la noche de «arriba pa bajo» abriendo portales a los borrachos de la divina comedia o de cualquier otra urgencia.

Como ahora eso de casarse con dote, o con la oposición hecha, ya no depende de los padres ni de los hijos –tampoco de las leyes de género o de número–, sino del mango de una escoba o de un WhatsApp expedido por el Fiscal General del Estado, pues tampoco tenemos la necesidad de aquellos dignísimos serenos con pito o silbato. Han sido sustituidos por cámaras de vigilancia, que te mandan la multa a casa no ya por cualquier transgresión, sino también por cualquier pensamiento impuro –de sexo o de política– que haya pasado por tu imaginación veraniega.

Lo cierto es que del último lunes de Julio hemos pasado al primer lunes de Agosto sin transición democrática alguna y sin ningún tipo de alarma que nos dé una alerta o un alto en el camino. El pito sonoro se ha transformado en el pitorro de un botijo, o en el delicioso porrón de cristal con tinto de verano a granel. Dicho sin rodeos: que del pito del presidente Sánchez hemos pasado al pitorreo del tirano Sánchez & Begoña con la interpretación deliciosa de la banda sonora del L’enfant de Vangelis en «El año que vivimos peligrosamente» como si habláramos de la burla shakesperiana de una noche de verano.

Y claro, no sé a ustedes, pero a servidor estas florituras de música militar tan atractiva y pegadiza que entran por las comisuras como si se tratara de una marcha nupcial, me dan repelús. ¿Y saben por qué? Porque me acuerdo perfectamente de la caída y de la muerte del tirano Sukarno en 1970 cuando no era más que una figura de porcelana china que quiso imponer el comunismo en Indonesia a sangre y fuego. Aquello terminó en una masacre a cuenta de la pobre gente del extremo oriente.

Hablamos de la misma realidad traumática que ahora maneja el tirano Sánchez, por métodos supuestamente democráticos, y que quiere colarnos a los españoles con su pacto de soberanía fiscal para Cataluña, que quiebra las cuentas públicas del Estado, y que nos convierte de facto en ciudadanos de primera o de segunda, dependiendo del idioma, de la ideología, o de los apoyos incondicionales que se presten al inquilino de la Moncloa para mantenerse en el poder.

¿Quiénes han decidido semejante quiebra y abolición sistemática del modelo Constitucional saltándose todos los estándares democráticos de un Estado de Derecho? Da vergüenza decirlo. Frente a los 47 millones de ciudadanos libres con derecho a voto, el número exacto que ha decidido el futuro de los españoles lo publicó este Diario en su portada del viernes pasado: «550 militantes de ERC imponen la España confederal de Sánchez». El pitorreo del tirano tan excluyente, escandaloso y degradante, ha degenerado directamente en una calderada incontenible de escupitajos: todos los recursos que se interpongan ante el Tribunal Constitucional «no saldrán adelante».

De poco sirve que algunos aguanten la vela mientras veranean en este mes de agosto, diciendo que no es para tanto, que se trata de un narciso en descomposición con todas las características de un ego irrefrenable –rencor por todo lo que no es él, aberrante blanqueo de los delitos, manejo testicular de la Justicia, bilocación milagrosa del mal, y definición de lo que es verdadero y falso–, y que un día acabará sus días tal y como llegó: como un oportunista sin escrúpulos.

Inmenso error. A este tirano la salen todas las apuestas, porque, sencillamente, los españoles le hemos regalado todas las prerrogativas para ejercer la tiranía como hicieron otras naciones con Stalin, Hitler, y ahora con Maduro. John Adams, jurista, y el factótum de la independecia de EEUU, decía a este respecto que esos privilegios jamás de los jamases han de delegarse en nadie, y se mostró así de duro, tajante, contundente, y justiciero: «el derecho de una nación a matar a un tirano en caso de necesidad no puede ser más puesto en duda que el de colgar a un ladrón, o el de matar una pulga».

tracking