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Se acaba de publicitar la segunda parte de Gladiator. Hace casi veinticinco años que Rosell Crowe encarnó a Máximo, general de los ejércitos de Marco Aurelio, cuya lealtad fue su ruina y la de su familia. Medio muerto, consiguió escapar y rehacer su vida como gladiador y mercenario en medio de arena y sangre. La secuela de esta icónica película, Gladiator II, promete. El tráiler deja entrever espectaculares escenas que harán las delicias de los espectadores. El reparto de actores y actrices es elocuente. Paul Mescal será Lucio, aquel muchacho hijo de Lucila, sobrino del terrible emperador Cómodo que, hecho un hombre y lleno de ira, tratará de vengarse y recobrar el gobierno para el pueblo romano, cuya decadencia ya era una realidad.

El director de la película, el mítico Ridley Scott, además de mantener un ritmo vertiginoso, incorpora la intriga propia de la política romana del tiempo en el que se desarrolla con el personaje de Macrino personificado en un soberbio Denzel Washington, muñidor de los resortes del poder romano. Pedro Pascal, en el papel del general Marco Acacio, se enfrentará a la posible revolución popular. La banda sonora, aunque no es la de Hans Zimmer, sigue siendo agradable al oído. Quizás, las escenas más espectaculares de la película serán, por un lado, las de naumaquia, combate naval que como espectáculo se daba entre los antiguos romanos en un estanque, en un lago o, como ocurre en el film, en el eterno Coliseum y, por otro lado, la venatio, espectáculo en el que intervenían animales exóticos y salvajes y en el que los gladiadores apenas podían conservar sus vidas.

Han comenzado los Juegos Olímpicos 2024 en una de las grandes capitales del mundo, París. La alcaldesa Anne Hidalgo, se ha bañado en el río Sena con traje de neopreno y unas gafas de piscina. Ha sido un acto simbólico para demostrar que nada tienen que temer los parisinos, turistas y deportistas. El promotor e impulsor de los Juegos Olímpicos modernos, el barón Pierre de Coubertin, se quedaría anonadado de lo que inició a finales del siglo XIX, al convertir esta competición en un lugar ejemplar de disputas deportivas pacíficas donde la concordia, la diversidad y la competencia sana, son las notas características de este cosmopolita evento. Se batirán récords, se realizarán proezas y el estadio olímpico de París se convertirá, por unos días, en el centro mediático del mundo.