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Nunca había sufrido tanto la democracia porque nunca se le había ocurrido a ninguno de los políticos españoles que han gobernado desde en el año 1975 poner las instituciones públicas del Estado al servicio de los partidos gobernantes. Ya que pienso que si la mayoría de los españoles pudiésemos hablar y decidir en este justo momento estaríamos de acuerdo en que las instituciones deberían de permanecer siempre al margen de cualquier tipo de ideología, pero eso no debe ser coincidente con el pensamiento de Pedro Sánchez y de muchos de sus ministros, ya que, sobre todo, el Presidente del Gobierno es el artífice de un penoso dislate que nos coloca a la altura de los más preocupantes países bananeros, esos países que no saben y que tampoco desean saber qué es la verdadera democracia. No esa otra “democracia a la carta” que Maduro defiende y preconiza anunciando incluso, en plena campaña electoral, un baño de sangre si no sale elegido… Es el peor anuncio que traduce en un “CAOS” a ese país rendido y sometido a los peores vaticinios. Menos mal que en este caso ha tenido respuesta contundente de uno de los de ellos. Lula da Silva, Presidente de Brasil, se atrevió a decir que si Maduro pierde las elecciones ha de irse a su casa. Incluso manifestó su desacuerdo con las palabras impropias de Maduro. Y si las encuestas ya dan como claro vencedor a Edmundo González y las urnas lo confirman empezará a desmontarse el Chavismo en Venezuela. Cuando lean esta columna que escribo en Galicia conoceremos resultados ¡A ver cómo respira Zapatero!

Mientras tanto en España el Tribunal Constitucional es otra más de las gotas que ya han colmado ese vaso que se desborda en un torrente y que en su desbordamiento abochorna los principios éticos y estéticos de un país que, integrado en la Unión Europea, debería ser ejemplo de un buen hacer en la política. Esa política que en España se ha salido de los raíles para invadirlo todo, para ir campo a través, para hacer del Estado de Derecho una especie de coto privado que sirva para que los españoles sigamos perdiendo algunos de los privilegios que por derecho nos pertenecen. La política y la vida van de la mano y lo verdaderamente preocupante son esos políticos sin escrúpulos que se venden por nada y que nos venden por nada.