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OIGA, POR FAVOR, ¿no se ha enterado de la nueva sinvergüencería con la que nos ha salido el Gobierno de la Unión Europea, o como quiere que se llame esa camarilla de políticos caraduras que, en última instancia, nos rige también a los españoles con supremas chorradas? Han aprobado una normativa de obligado cumplimiento en virtud de la cual tendremos que aprovechar la ropa vieja hasta que el roto sea un objeto del deseo, hasta que el tomate de los calcetines parezca una ensalada irresistible, y hasta que las sábanas valadisas nos ofrezcan una transparencia de pornografía reglada como «diseño ecológico».

Que sí, que es cierto. Ahora nos quieren reutilizables como el zurcido, el piojo, la sarna, el plisado de un gorgojo, o el puntazo de la roña brillante con poliéster. Y miren, miren qué argumentazo usan tan razonable y chulísimo: «Su objetivo es mejorar significativamente la circularidad, el rendimiento energético y otros aspectos de sostenibilidad ambiental de los productos comercializados en la UE». Y se quedan tan anchos. ¡La madre que los parió!

Así que en España, la comunista Yolanda Díaz y ministra de Trabajo y Economía Social, no ha perdido el tiempo. Ha aprovechado el tirón del hilo metálico que nos ofrece Europa para apretar las clavijas a Mango, a Adolfo Domínguez, o a Inditex, y exigirles que tienen que «impulsar las medidas necesarias en materia de etiquetaje de los productos textiles del ámbito de la moda con el fin de proporcionar la información adecuada para su reciclaje y respeto al medio ambiente, contemplando el ciclo de vida completo del producto». No es que no quema un idiota más, que cabe, sino que, como dice Gracián en el Criticón, «quien no tiene vergüenza, piensa que todo el mundo es suyo».