Un gobierno de gestión y de acción sin las innecesarias estridencias
Mañueco ya tiene gracias a VOX lo que las urnas le negaron en dos ocasiones y siempre deseó: un gobierno en solitario. Un gobierno suyo. Un gobierno del PP de Castilla y León. Un gobierno de Mañueco sin inquilinos incómodos. Ahora Mañueco tiene por delante un año, hasta las próximas elecciones, para demostrar que su modelo de gobierno, sin condiciones ni condicionantes funciona, pese a no disponer de una mayoría parlamentaria. Aunque este es un aspecto que también pone a prueba su capacidad de diálogo. De diálogo por todas partes, una vez que VOX, en una decisión insólita y que le acarreará más desgaste del que supone, ha decidido autoexcluirse de la gestión de las cosas que importan.
De entrada Mañueco se desprende de la figura del vicepresidente inasumible. El último, aficionado a quebrantar la convivencia de la coalición, incendiando las redes sociales, incluso contra sus propios socios. El primero, un experto en perturbaciones que se servía del escaparate de las ruedas de prensa del consejo de gobierno para embuchar su ego con alegatos que sólo se le antojaban a él, pero no conducían a nada más allá de la alteración continua. La nueva vicepresidenta, la de Mañueco de verdad, Isabel Blanco, tiene la oportunidad de romper con una imagen poco edificante del cargo en los últimos cinco años. Pero sin caer en la desidia ni en la autocomplacencia. Guiada por la acción. Por la política de acción. Por la política práctica. Alteración es lo que no necesita Castilla y León. Serenidad, solvencia y confianza son los ingredientes que tiene que aportar un gobierno de la Junta. Los ingredientes imprescindibles para que Castilla y León impulse sus capacidades, que son muchas. Incluso para convencer a la gente de las bondades de quedarse y de las de venir, que es la única fórmula no para vencer pero sí para combatir la sangrante pérdida poblacional que sufrimos desde décadas.
Mañueco tiene que ofrecer un gobierno sin estridencias. Pero también un gobierno con pulso y vigor. Y eso se traduce en la acción de las consejerías, algunas de ellas un tanto amodorradas y dejándose llevar. Hay que atacar los problemas, no sólo presumir de los éxitos. Y problemas los hay. Los políticos están para resolverlos, por pequeños que sean. Mañueco tiene un año por delante para demostrar su capacidad de gestión en solitario. Pero también, ahora más que nunca, su capacidad para llevar la legislatura al final del puerto, con el esfuerzo del diálogo y el entendimiento. El PSOE está ante una nueva tesitura, más incómoda, sin la excusa de Cs o VOX. Su opción es ser una oposición práctica y eficaz. Pero tiene que ponerse a trabajar, y dejar la arengas estériles.