Diario de Castilla y León

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Estupor, decepción, cabreo. En resumen, que pocos en Castilla y León entienden el tifostio que se ha montado Abascal desde Madrid para llevar a Vox a su práctica desaparición como partido político. Estupor, porque el entorpecimiento de las neuronas sensoriales, motoras e intelectuales, es tal y tan evidente, que ya no resiste posibles reacciones de comprensión o de razonamientos donde apoyarse. Se trata de la voladura caprichosa y sistemática de un partido que los politólogos españoles, y no pocos columnistas –yo entre ellos–, pronosticaban que había racha para rato, y que había llegado para quedarse. Que Dios guarde a estas bocas prodigiosas por las que se cuelan tantas moscas y avispones.

Decepción, porque la derecha ha demostrado una vez más que –la espantada de Abascal es la prueba de evaluación más frustrante– no está preparada para lidiar una alternativa política seria, contundente, y constructiva, frente a un sanchismo depredador, volátil, y cuyos valores nunca rebasan el bordillo de un rodapiés. Ni siquiera esta derecha extrema, que pacta con la otra derecha centrada para gobernar a ciudadanos libres, es capaz de mantener un compromiso leal, y de resistencia serena que pedía Horacio frente a los arribismos tentadores.

Cabreo en los votantes, porque han sido engañados en sus creencias por un demagogo que no respeta las reglas del voto. Qué pena, pues no pocos de esos votantes pensaban en conciencia que, al fin, Dios repartía el frío o el calor conforme a la ropa que uno lleva puesta a las urnas, y confió en la indumentaria de Vox. Gran error. Dios crea a las ovejas, pero no elige al pastor que las maneja, y menos al siguemepollo. Eso lo escogemos nosotros, y ya ven qué elección tan ciega y descabezada.

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