Inexcusable obligación de la Junta con los autónomos y el comercio
Los autónomos son esenciales en el dinamismo de una economía de mercado. Crean empleo propio y ajeno. Y en Castilla y León además lo hacen en zonas y territorios desamparados de los grandes polos industriales. Allá donde no alcanza la gran industria. La pérdida de autónomos no es un buen síntoma para la salud del mercado laboral. Fundamentalmente su presencia es multidisciplinar y no se focalizan en sectores determinados, aunque existan sectores más dados a la presencia de autónomos, que es lo que ahora se conocer como emprendedores, y que en muchos casos son el embrión de grandes proyectos empresariales. Muchas de las grandes compañías que hoy operan nacieron del empeño, la idea, el esfuerzo y la dedicación de un autónomo. Un autónomo fue Bill Gates cuando comenzó en un garaje a construir su Microsoft.
El colectivo ha lanzado un SOS que la Junta no debe desoir. Las grandes compañías no necesitan tanto de las administraciones, porque saben como desenvolverse en el mercado de las ayudas, las subvenciones y los apoyos necesarios para crecer, exportar y sujetarse en los tiempos de crisis. Los autónomos, los pequeños, sí requieren de ese respaldo del Estado al que tanto odia el descerebrado presidente de Argentina. Hay pocas cosas tan esenciales en la economía liberal como los autónomos. Y requieren la colaboración y el respaldo de los poderes públicos. Porque también contribuir a enriquecer y proteger el tejido autónomo es fortalecer el Estado de Bienestar, ese del que se beneficia el descerebrado presidente de Argentina, pero que se aprovecha para hacer viajes estériles de costes millonarios.
La Junta tiene que poner el foco y el empeño en los autónomos, como tiene que hacerlo en el pequeño comercio, que es parte de ese cosmos, tal y como viene advirtiendo este periódico. Pero no soltanto dinero sin control a la patronal del comercio regida por un indocumentado, que va anidando en puestos políticos e institucionales para vivir del cuento. Un indocumentado, de nombre Adolfo Sainz, que se dedica a trasegar billetadas de ayudas públicas sin transparencia ni control alguno. Comegambas hay en muchos ámbitos, y jetas, a manadas, que no se le olvide al consejero del ramo, Mariano Veganzones. Su consejería es la que tiene el reto de afrontar planes reales, no teóricos, ni repartos de dineros sin control, para favorecer al pequeño comercio y a la supervivencia y el impulso del tejido autónomo. Eso sí es liberal y no las paridas del descerebrado Milei. Y esta es la verdad. La pronuncie Agamenón o su porquero.