Éramos pocos...
Éramos pocos y parió la abuela. Es lo que ocurre con el nuevo «Lexit». Así, como si no hubiera palabras en español para designar una salida de pata, un proceso secesionista más, o un golpe a la Autonomía de Castilla y León por la vía rápida, o por los subterfugios más variados, para que ciertos políticos del sistema sigan asando vacas a no se sabe cuántos millones la hecatombe por dislate.
Tanto la UPL, como el Partido Socialista, llevan años tocando a arrebato con la autonomía de la Imperial León. Recuerdo que en cierta ocasión –siendo Juan Colino dirigente en Valladolid del Partido Socialista–, se suscitó esta amamola comunera en una reunión, y aquello se puso al rojo vivo. A tal delirio llegó el desvarío, que dos concejales de Villalón de Campos –haciendo de la paridad una auténtica parida– propusieron en aquella asamblea gloriosa la «república independiente de Villalón de Campos». Colino, que era un hombre clarividente, serio, y de decisiones muy ajustadas a legalidad, no tardó ni medio minuto en cortar por lo sano, y se acabó el invento.
Eran otros tiempos, claro está. Ahora el Partido Socialista fabrica independencias como verdades autónomas, y las leyes se manufacturan como en una salchichería. La morcilla, con tripa o sin tripa, puede ser a la burgalesa, a la villalonesa, o la leonesa, dependiendo del Fiscal General o del Tribunal Constitucional, que están a las órdenes exclusivas del gran mezclador de especias exóticas que es Sánchez. Así que el «lexit» no es más que un eufemismo, un sarpullido en una carrera contra reloj: quien no pueda andar, que corra, porque esto se acaba en cuanto Salamanca, Zamora y el Bierzo digan lo que ya han dicho: que esto es una parida de la abuela que se nos ha vuelto punky.