EL RUBICÓN
Vergüenza
QUÉ VERGÜENZA. Qué vergüenza de políticos, algunos; qué vergüenza de ciudadanos, algunos; qué vergüenza lo que se está viendo y viviendo en la localidad leonesa de Villaquilambre ante la llegada de refugiados. Sí, refugiados, señores de la derecha extrema y señores ciudadanos de Villaquilambre que les secundan. Personas que se juegan la vida para huir de su países porque teman por ella. Piensen, reflexionen y pónganse en su lugar, si es que pueden y quieren que, visto lo visto, no tienen intención alguna de hacerlo.
Puede criticarse al Gobierno si es que, como parece, no ha comunicado en tiempo y forma a la Junta la llegada de estos migrantes, pero lo que es una ignominia y deplorable es que se hable de que se va poner en riesgo la seguridad. Ya está bien de fomentar el discurso del odio contra los migrantes. Los políticos deben dar ejemplo y, en los últimos tiempos, la derecha extrema y, lo que es peor, algunos de esa derecha que presume de moderada y siguen sus mismos pasos son el peor ejemplo.
Lo que se está viendo estos días en Villaquilambre, como lo que se vivía hace unos meses en Valladolid cuando algunos vecinos a grito pelado rechazaban el centro de migrantes es la demostración de ese odio que se está sembrando en la sociedad contra el diferente y contra el que viene de fuera. Para algunos, casi siempre los que más vociferan e insultan, sólo son válidos aquellos ciudadanos que pasen por los cánones que ellos deciden que son los correctos. Los demás, les sobran y los quieren expulsar. Y, no contentos con eso, arremeten y acusan de poco menos que mafias a las organizaciones no gubernamentales sin cuya labor las administraciones tendrían prácticamente imposible cumplir con ese Estado del Bienestar, así con mayúsculas, que debe de ser el pilar de la sociedad moderna.
Es hora de acabar con esta vergüenza que se está viviendo ahora en Villaquilambre. Es hora que las personas que no gritan, que no chillan y que no insultan alcen de una vez por todas la voz contra todos estos que sólo fomentan el odio. Porque son más. Somos más los que creemos en una sociedad más tolerante y que defienda los derechos de todos, vengan de donde vengan. De eso va la tolerancia, de hacer una sociedad más justa para todos. Estos energúmenos, políticos y ciudadanos, que señalan al migrante como seres de los que hay casi que protegerse harían bien en pararse a reflexionar si esta es la sociedad que quieren dejar a la generaciones futuras. Desde luego, no es la que yo quiero. Así que, parafraseando el título de la obra de Adolfo Marsillach, yo me bajo en la próxima, porque sólo siento vergüenza de lo estoy viendo estos días en un rincón de mi querida tierra leonesa.