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YA LO DIJO el ministro de economía. En cuerpo y alma. La valoración política de la acción de un Gobierno no puede basarse en factores que, últimamente, se han convertido en determinantes de la opinión pública sin que tengan que ver con la capacidad real de los Gobiernos de solucionar problemas y mejorar el bienestar de la ciudadanía. Gobernar no es insultar, no es hacerse fotos, no es construir falsos relatos, no es hacer ruedas de prensa, no es filtrar información. Gobernar es gestionar los asuntos públicos con eficacia.

La frenética sucesión de campañas electorales no ayuda a la hora de separar el grano de la paja de lo que de verdad interesa a los ciudadanos y a la hora de fijarnos en la verdadera utilidad de nuestros Gobiernos. Por el contrario, se desvía la atención hacia un debate político y parlamentario cada vez más lejano e inútil para la ciudadanía. Olvidamos que la clave de bóveda de la eficacia de cualquier Gobierno y la herramienta más importante para mejorar la vida de los ciudadanos se llama presupuesto. Y no sólo en su elaboración, sino, fundamentalmente, en su ejecución. Quizá el trámite de elaboración y aprobación presupuestaria llame más la atención política y mediática pero es, realmente, su grado de ejecución, el factor más determinante de la capacidad de gestión y transformación de cualquier Gobierno.

El último informe Monitor sobre gestión de los fondos europeos Next Generation referidos a actuaciones de I+D+I revela que Castilla y León ha sido la segunda Comunidad Autónoma de España en ejecución teniendo en cuenta los factores de población e inversión per cápita. Más allá de agrios y estériles enfrentamientos parlamentarios la capacidad de gestión de la Junta de Castilla y León ha permitido, en esta ocasión, demostrar la verdadera utilidad de la acción política y lo que significa gobernar de verdad.

La ejecución de los fondos europeos permite, además, superar, por sus exhaustivos controles, la vieja idea de ejecutar presupuesto de cualquier manera con tal de conseguir altos porcentajes de ejecución al margen de la eficiencia económica que rige en la empresa privada. Una idea que durante mucho tiempo ha penalizado la capacidad de gestión para conseguir mejores resultados con menos recursos. No se trata de gastar por gastar los fondos públicos, sino de hacerlo de manera que sirvan para mejorar realmente la competitividad de nuestras empresas, transformar la realidad y mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos. Esa es la mejor manera de volver a dignificar la vida política al margen de los lamentables fuegos de artificio político que tenemos que soportar en la actualidad.