Diario de Castilla y León

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El género epistolar con contenido político se ha puesto de moda con los últimos acontecimientos acaecidos. Sin embargo, se trata de un estilo literario que tiene algunos precedentes importantes e interesantes en el mundo intelectual europeo de la época moderna y contemporánea. Son conocidas las Cartas persas, del varón de Montesquieu, eminente jurista francés que además de ser uno de los promotores de la división de poderes en los Estados modernos, supo proyectar en este ensayo la crítica política y social de los males que le tocó vivir. O también las Cartas del diablo a su sobrino, de C.S. Lewis, obra satírica y moralizante, en la que un diablo anciano, experimentado y ambicioso enseña a su ahijado cómo debe tentar a los seres humanos para empujarles, sin que se den cuenta, hacia el abismo. Otra lúcida novela epistolar, en este caso ya española, son las Cartas marruecas, del escritor José Cadalso, paradigma y modelo del movimiento político ilustrado español. En ellas achaca los males de España a las largas y costosas guerras internas y externas que España tuvo que hacer frente en los últimos siglos, al atraso en materia científica y a la falta de trabajo de las élites aristocráticas hereditarias de la época que se convirtieron en parásitos receptores de rentas sin pegar un palo al agua.

El presidente del Gobierno ha utilizado una carta como método estilístico para trasladar al pueblo español su incertidumbre acerca de si merecía la pena o no seguir ostentando la jefatura del ejecutivo español a pesar de los embates, ataques y embestidas que están sufriendo él y su familia. Y ha decidido continuar. Tanto revuelo para, aparentemente, nada. Sin embargo, el tiempo muerto de cinco días que se ha tomado el presidente le ha servido para ganar tiempo, reorganizar a sus huestes, cerrar filas y tomar impulso para el camino que le queda por recorrer que, auguro, será complicado, difícil y tortuoso. A diferencia de las Cartas marruecas en las que el autor realiza un análisis profundo, culto, refinado y doliente de la situación de la España del momento, la carta de nuestro jefe de gobierno es un tanto superficial, instrumental y emotiva. Ya veremos como acaba toda esta historia. A corto plazo se vislumbra un reposicionamiento de las formaciones políticas, pero a medio plazo, tendrá que sacar más conejos de la chistera y contar con la suerte y… los errores de la oposición.

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