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LA SOLANA

Cesefor, el potencial forestal y la Diputación

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YA PASÓ la moda política de meterse con las diputaciones como instituciones. Pareció cuajar no hace tanto la idea de que no sirven para nada y que solo suponen gasto público. Quizá en algún territorio tenga sentido el ataque, pero en lugares como Soria, donde solo hay un municipio, la capital, con más de 20.000 habitantes, y solo dos que a duras penas pasan de los 5.000, la necesidad de un organismo como la Diputación raramente se cuestiona. Su utilidad es clara. Evidentemente, luego puede haber una gestión adecuada o no, pero esa es una cuestión que finalmente se acaba dilucidando en las urnas. Su labor muchas veces es poco vistosa, porque no suele acarrear grandes titulares la recogida de basura o el suministro de agua en un municipio de un puñado de habitantes. Sin embargo, hay veces que se abordan proyectos que consiguen el éxito y tienen una mucha menor repercusión que otros que fracasan. Hay un ejemplo en Soria, cuya Diputación creó en 2001 el Centro de Servicios y Promoción Forestal, más conocido por sus siglas, Cesefor. Su andadura no ha sido sencilla y estuvo a punto de morir ahogado por las deudas, e incluso la propia Diputación se salió en 2015 del patronato que ella misma creó. En 2017, volvió para ayudar al saneamiento del Cesefor, en el que la Junta de Castilla y León juega también un papel fundamental, así como la Universidad de Valladolid a través de su Campus de Soria. No solo se evitó el naufragio, sino que ahora el centro navega viento en popa y a toda vela. Ayer mismo se conoció que será el encargado de pilotar la Red Estatal de Montes Públicos, que tendrá su sede en la capital soriana. Sus aportaciones en el sector forestal, su contribución clave en la innovación –labor reconocida el año pasado con un premio del suplemento Innovadores de este periódico– repercute no solo en Soria, provincia en la que el sector es muy importante con aprovechamientos desde madereros a resineros pasando, entre otras cosas, por la micología, sino en toda Castilla y León y en el conjunto del país. Está a punto de alcanzar las cien personas contratadas, una buena parte de ellos investigadores dedicados a la innovación, cuando en 2018 tenía 25 y parecía abocado a la disolución con una deuda en euros millonaria. Hoy no tiene deuda e incluso ha sido capaz de contribuir a la salvación, mediante su absorción el año pasado, del Instituto de Biotecnología, el Inbiotec, ubicado en León, que llevaba soportando una dura crisis durante dos años y que se temía por su supervivencia. El Cesefor está ahora aprovechando al máximo las oportunidades que brindan los fondos europeos con lo cual incrementa su aportación a la bioeconomía forestal y su apoyo al medio rural. Esa apuesta de una pequeña diputación provincial en 2001 aporta beneficios ahora a Castilla y León y a España y apunta a un futuro aún mayor. No eran, ni son, por tanto, tan inútiles las diputaciones como decían algunos.