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COMO mínimo. Las dos Españas de las que siempre se ha hablado por motivos políticos ya se nos quedan cortas. La España de rojos y fachas se ha diluido en una España dividida entre los que ya no pueden comprar aceite de oliva y han renunciado al pescado y a los alimentos frescos; y los que hacen la compra en Sánchez Romero y no miran el precio de los productos gourmet. Y lo malo es que cada vez son más amplias y más distantes esas dos Españas tan diferentes en su modo de vida, en sus hábitos de consumo, en sus rutinas o en sus vacaciones. Dos grupos de población tan distintos que conviven en un mismo país con espacios cada vez más diferenciados. El famoso ascensor social del Gobierno socialista se ha quedado parado en la entreplanta.

El último informe oficial sobre el estado de la pobreza en España de 2023 nos muestra una dura imagen de la realidad social de nuestro país que no se corresponde, ni mucho menos, con la euforia económica de nuestros gobernantes,  ni con los falsos datos económicos y de empleo que pretenden vendernos en un meritorio ejercicio de ingeniería estadística. La cruda realidad es que casi la mitad de los españoles (el 47,8%) tiene serias dificultades para llegar a fin de mes; el 33,5% (un tercio de los españoles) no puede permitirse ni una semana de vacaciones al año; y más del 17% no pueden pagar la calefacción para calentar sus viviendas. Es la España del aceite de girasol, de los alimentos procesados, de las colas en los bancos de alimentos. Esa España de la supervivencia, de la economía sumergida, de los fijos discontinuos. La España de alquiler y sin vacaciones.

En el otro lado de la cada vez más desequilibrada balanza, está la España, también cada vez más numerosa, de las urbanizaciones de lujo con seguridad privada, la España de los restaurantes Michelin y la España de las inasequibles viviendas en los centros de las principales ciudades. Esa España que abarrota hoteles y restaurantes los fines de semana y las salas vip de los aeropuertos los puentes y festivos. Esa España de los últimos modelos de Tesla, BMW, Audi o Mercedes.

El número millonarios se ha multiplicado en los últimos años en nuestro país generando una llamativa visión de  dos Españas cada vez más distanciadas en lo económico, en lo social y, también, en lo territorial

Y todo ello en un país cuyo Gobierno presume de ser el garante de la igualdad, el progresismo y las medidas sociales. Quizá el concepto de igualdad debería ampliarse, por parte del Ministerio que lleva su nombre, para mejorar el bienestar de los ciudadanos por encima de las batallas de género en las que andan inmersos. Dime de qué presumes…