Siete lobitos
Todo se ha consumado. Ya sé que en la canción para bebés eran cinco lobitos y no siete: detrás de la escoba cinco tenía, cinco criaba, y a todos los cinco tetita les daba. ¡Cómo no voy a saberlo si se lo he contado mil veces a mis hijos y a mis nietos como un hallazgo mágico! Pero vayamos a lo real, que en política se sustenta con la inmediatez descarnada. En este lunes de pasión –no confundir con la Semana Santa que es la siguiente–, el tirano Sánchez nos ha cambiado el relato, como suele hacer, que es a lo que voy.
El tirano tiene, al parecer, una obsesión: se ve todas las películas de magia y piensa que todo lo suyo es un episodio de Harry Potter. Más aún: piensa que él es el controlador absoluto del Ministerio de la Magia. De aquí emanan todos sus decretos leyes mágicos. Ya tiene aprobada la amnistía, que es la ley más mágica en democracia: la han redactado los delincuentes, los corruptos, y los golpistas. Magia mullida, cobertor de primeros auxilios.
La tiene en el bolsillo. Su paso por el Senado –como ley de leyes– no será más que una transición hacia una gloria o hacia un infierno definitivos, como definía Dante al Limbo allá por el 1300. Lo que son las coincidencias. El genio renacentista italiano concluyó su Limbo en la noche del Sábado Santo, que en ese año de gracia, según cuentas de los expertos, cayó en un 25 de marzo. O sea, que por estas mismas fechas mágicas, hace un montón de siglos, ya pensaba Dante en la amnistía de Sánchez.
Lo que quiero resalta en este lunes de pasión –antes que en el Domingo de Ramos se monte el tirano en la borriquilla del Señor– es que la cuenta mágica de los siete lobitos funciona, según Sánchez, como un tiro. Lógico. Desde que Pitágoras –490 años antes de Cristo– descubrió que el 7 era el número perfecto para contabilizar lo maravilloso del mundo, del hombre, y de la política, no hemos salido en Occidente de la tiranía del 7 hasta el infinito: 7 eran los sabios de Grecia, 7 las plagas de Egipto, 7 las maravillas del mundo antiguo, 7 los pecados capitales, 7 las colinas de Roma donde la loba amantó a Rómulo y a Remo, y 7 son ahora mismo los lobitos de la loba de Sánchez.
Dicho lo cual, lo de los 5 lobitos detrás de la escoba no hay dios que ya se lo crea: son 7. ¡Vaya ocurrencia!, pensará. Pues está bien claro. Cosas más inverosímiles hemos tragado los españoles con la política de Sánchez durante cinco años y pico y ya ven: como si lloviera. Lo hemos hecho como esos colgados que salen en el El Quijote en II, 28: sabiendo «que se hierra» a conciencia pero, ay, pidiendo «a Dios la encomienda». Así cualquiera.
Ya. Pero todos esos yerros tan calculados y solapados, hoy son las leyes que nos rigen, modos de hablar que nos imbecilizan, cuentos chinos que asimilamos con una crítica benevolente, y que ahí nos las den todas. Y son también las lecciones de un progresismo mágico que han hecho de Gargantúa la ingesta de un bienestar placentero, y de Pantagruel el batiburrillo de un exceso que se traga –con un poco de almax, eso sí– hasta los metales fundidos del volcán de La Palma.
¿Increíble? Ya, pero ciertísimo. Tan cierto como que la ley de amnistía roza la perfección del 7 en el orden pitagórico, y que a partir de aquí todo se explica mágicamente: el tirano Sánchez nos vende el relato de los 7 lobitos, y nosotros se lo compremos haciendo jerigonzas con los deditos de la mano y además sin ánimo de lucro, como en las oenegés del corazón donde los amores, si son con locura, mucho mejor entran y mejor se disimulan.
A ver, señores, ¿no es un negocio mágico y redondo que con solo 7 partidos políticos –Junts, ERC, Sumar, Podemos, Bildu, PNV, y PSOE–, liderados por Sánchez en todo momento, hayan fabricado una ley de amnistía que invalida el código penal, la Constitución, y el Estado de Derecho sin enterarnos? Por favor, ni que fueran una invasión de termitas silenciosas con chepa que viven su pasión destructiva con bolas chinas. Pues lo han dicho, lo han hecho, y han cerrado la operación «coram pópulo» –ante el pueblo que decía Horacio en su Ars poética–, y nos han restregado el hocico con el panfleto mágico de «la concordia».
Frente a toda esta melancolía por lo mágico –tiempo ha que lo veníamos advirtiendo aquí mismo no pocos–, el tirano ha pasado como de tapadillo y hasta con ausencias clamorosas. Lo tenía todo tan amarrado como el dueño de la bolsa que, con una gran displicencia, reparte la pasta a espuertas y en sonoras vomitonas. Normal. Para dar la cara ya tiene a los 7 lobitos de la escoba institucional y mediática: al Presidente del Tribunal Constitucional, a la Presidenta de las Cortes, a la Presidenta del Tribunal de Cuentas, al Fiscal General del Estado, a la Vicepresidenta del Gobierno y de Hacienda, al Director del CIS, y al Secretario de Organización del PSOE. Magia a escobazos para resucitar a los muertos más muertos.
Desde su falcon, el tirano sólo está para las 7 causas más nobles que desembocan en los 7 pecados capitales contra la democracia: propiciar que unos cuatreros con soberbia dicten las leyes en un Estado de Derecho; dar por bueno que unos ladrones con avaricia saqueen los impuestos de los españoles; respaldar con acciones que unos prevaricadores con lujuria impartan justicia; apoyar a los golpistas con ira para socavar los cimientos históricos de la nación más vieja de Europa; privilegiar con gula a los traidores que socavan los principios de la convivencia; mantener con envidia cochina que las víctimas son igual a los verdugos; y alentar con una pereza sanchista que la libertad del tirano prima sobre la del ciudadano libre. En suma, que 7 lobitos tiene la loba que no 5.