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Hace apenas dos días me enteré de que un individuo que había sido trabajador de UGT aseguraba que el sindicato costeaba las nóminas de sus trabajadores con el dinero que obtenía a través de las subvenciones públicas. Y, por supuesto, me incomodó tanto saber que con mis abusivos impuestos no solo pago los inmerecidos, desmedidos y arbitrarios gastos de un gobierno español descafeinado. Si no, que además también pago el salario de los currantes del sindicato y sus suculentas cenas en lujosos restaurantes, para que se pongan ciegos a mí costa, y que incluso después puedan andar de putas y de putos. Seguramente alguno piense que debería autocensurarme por considerar que no es políticamente muy correcto, pero no lo haré, porque ha sucedido. Me molesta mucho, porque yo no he decidido afiliarme a esos sindicatos y, por lo tanto, no tengo que pagar ni nóminas, ni excesos, sean cuales sean. Que paguen los afiliados, que eso es lo lógico, y que me dejen en paz. Este, el de ahora mismo, es un cabreo venial o de poca monta que da inicio a una reflexión matutina, ya que me ha dado por pensar que este país nuestro y también de los catalanes hace aguas. Se ha salido de las vías. Ha descarrilado como Óscar Puente, que antes, cuando era alcalde de la capital del Pisuerga, viajaba gratis en un yate y le prestaban un automóvil de muchísima categoría, y ahora que es ministro viaja también gratis en el tren. Todo es gratis para algunos. Pero la vida no es gratis para la inmensa mayoría. Los autónomos y pequeños empresarios de Castilla y León tienen que hacer magia para seguir pagando las nóminas de sus empleados, porque nadie les ayuda a nada. A nada de nada. Esa es la tristísima verdad que debe de hacernos reflexionar sobre qué es lo que estamos haciendo y hacia dónde nos dirigimos.

El país gobernado por tipos sin escrúpulos ha vuelto a las andadas, a lo mismo de siempre. Ya estamos hartos de tanto robo, de tanta malversación, de tanta prepotencia, de tanta ley que solo le es útil a Sánchez y a los suyos, y de tanto ensañamiento. Ya estamos hartos de tanta improvisación inocua y victimaria, que anima a hablar de lo superfluo sin dedicarse a tratar lo realmente importante. A Yolanda Díaz le ha dado por hablar de los horarios de cierre de la hostelería. Lo hizo, seguramente, para estar en “el candelabro” de Sofía Mazagatos. Como las dos son rubias cree que se parecen. Por ello hoy me uno a los que actualmente protestan y tienen motivos, más que de sobra, para protestar. Me uno a las demandas de los agricultores y ganaderos de Castilla y León. Ellos trabajan, madrugan y se la juegan cada día. Eso es estar a la altura de las circunstancias.