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opinión

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«No creemos al ministro». Esto es lo que dicen los labradores tras la tractorada del miércoles en Madrid. ¿Cómo alguien en su sano juicio va a creer a un ministro de Sánchez por muy ministro de Agricultura que sea? Después del revolcón de Galicia, que ha sido inconmensurable; después del revolcón de Sánchez con el sultán de Marruecos –45 mil millones del ala para la agricultura alauí–; y después del estallido de la llamada operación del «hombre fuerte de Ábalos» por una presunta corrupción que tiembla el sombrajo, la tractorada por la capital del reino, y ciudades varias, no es más que la consecuencia lógica de un desbarajuste. No sé… de alguien sonado. De alguien que hubiera bebido orujo recién exprimido a lo loco y que encima va dando tumbos por las cunetas del regocijo: ¡apartaos, que esto lo arreglo yo!

Total, que al señor Ministro de Agricultura, a quien deseo una pronta recuperación, le dio en el Congreso de los Diputados una especie de «mareo», según las crónicas. Repuesto del soponcio, el señor Ministro volvió a las andadas de un frankensteiniano con las terminales anquilosadas y a punto del colapso: esto lo arreglo yo, y «nadie va a parar al Gobierno» por sacar a la agricultura de su postración, del kao técnico al que unas políticas como las suyas han llevado al campo español hasta la inanición. Y todo mediante una persecución tan meritoria con la suya que ha puesto en práctica, con todo el rigor, la legislación más anti agrícola de la Europa desnortada, marroquizada, putinizada, sanchunizada, y totalitaria de la agenda 2030.

Así que los labradores tienen más razón que un santo: ¿Cómo van a creer a este ministro? Lógico, cuando mal van los campos, también mal, o mucho peor, van los santos.