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LA enóloga Isabel Mijares nos dijo adiós hace unos días. Hoy nos toca a todos repasar la herencia sentimental que nos deja. La primera en haber sido el coupage más rotundo de mujer y vino. Desde que tengo memoria en la parte del oficio que he dedicado al sector vitivinícola, prácticamente desde mi juventud, recuerdo un nombre de mujer ligado al mundo del vino: Isabel Mijares. Eran los tiempos de la revolución del vino en España. Y ahí estaba la joven enóloga emeritense.

Años después, ya en la actividad de la información, aparece Maribel en plena Tierra de Campos palentina. Por eso, decía siempre que ella era mitad extremeña y mitad castellano y leonesa. Villada y Mérida eran sus referencias íntimas en el mapa. Pero, donde lograría ser referencia e interlocutora fue en el mundo del vino. A partir de los años ochenta no había colectivo profesional, feria sectorial, congreso internacional o acontecimiento legislativo vitivinícola donde la enóloga española, licenciada en Enología por la Universidad de Burdeos y en Ciencias Químicas por la Universidad Complutense de Madrid, no estuviera presente.

Traductora al español de multitud de libros franceses, discípula y colaboradora de Emile Peynaud –presencié varios encuentros– y alma mater de aquellas primeras ferias nacionales que recogían el impulso y el dinamismo de las bodegas y las denominaciones de origen en el territorio español. Lo que pocos saben es que colaboró y asesoró a muchas bodegas y consejos reguladores de Castilla y León y que su primer trabajo como enóloga, con su diploma y título bajo el brazo, fue en Villafranca del Bierzo en la añada del 72, en la bodega Palacio de Arganza.

A partir de ahí, participó en centenares de jurados de concursos nacionales e internacionales, incluidos nuestros Zarcillos. Conferenciante ágil, transgresora en multitud de foros y universidades de España, Europa y América. Creó las asociaciones y perteneció a colegios oficiales y a prácticamente todas las federaciones y colectivos profesionales. Esto es solo un breve resumen de su extraordinaria actividad en beneficio, apoyo y respaldo al mundo del vino. Como consecuencia de todo esto, María Isabel Mijares y García Pelayo figura ya en el palmarés de la cultura y el vino en el mundo. Pero, ante todo, se adelantó a los tiempos y fue la primera mujer que destacó, por méritos propios, en un escenario protagonizado por hombres.

Fue la pionera en este campo, donde hoy el 50% son mujeres viticultoras, enólogas, ingenieras y bodegueras. Ahora ha llegado el momento, al menos en nuestra región, de encontrar la manera de no olvidar a la mujer que defendió como nadie la cultura del vino en nuestro territorio. Se me ocurren varias maneras de evitar este olvido, pero es el sector quien debe tomar la iniciativa. Descansa en paz, Maribel, y gracias por todo lo que nos enseñaste.