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Gala de los Premios Goya en Valladolid. ICAL

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EL CASO ES que los de VOX, a cuenta del cine y los tractores, se empeñaron en versionar una versión de Airbag el fin de semana. Sólo les falta rodar. Las localizaciones, maqueadas. Exteriores e interiores. Fuera de la Gala de los Goya estaban 20.000 especies de ovejas y 30 kilos de bandera gritando a los de dentro, señoritos en esmoquin, incluso blancos. Los pájaros echándose a las escopetas (nacional). Y todo empezó por una orden dictada desde Bambú, el Guantánamo de los de Abascal, para que nadie pisara la alfombra roja en pleno fragor de las tractoradas. Fue dar la orden de no acudir y al pobre de Gonzalo Santonja, consejero del ramo taurino, le obligaron a ir a los Goya, él que no tenía ni ganas ni pretensión. «Nosotros cumplimos las órdenes. Cumplimos las órdenes o la gente muere Así de claro. ¿Está claro? ¿Está claro?», le espeta el coronel Nathan Jessup al teniente Kaffe. Más cine por favor. Y ante la duda de cuál era la orden, unos fueron con los de la feria y otros volvieron con los del mercado. Lo que viene a ser repicando y en la gala. En el reverso de Santonja, Pollán, que deseando acudir como segunda autoridad de Castilla y León, se enfundó el esmoquin y, en alpargatas, se sentó en el sofá a ver a la teniente Ripley, mientras José Sacristán discernía sobre indocumentados y una avalancha de premios sepultaba a Bayona en la noche pucelana. Mañueco, con la sonrisa perpetua aplaudía en la platea y gozaba del cine español, a su lado Sánchez, un tanto soviético, a la espera de que estallara Mujeres al borde de un ataque de nervios en Génova, a las puertas de unas gallegas inciertas. En VOX alguno pasará por el fisio esta semana para colocar vértebras y convicciones ante tanto contorsionismo tractorista.  En el PSOE de Castilla y León, los lunes de aguas son Los lunes al sol. «¡Tu no puedes encajar la verdad!», responde Jessup. «Señoritos», dice la sartén al cazo, que me tiznas.