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Sigourney Weaver en 'Alien. El octavo pasajero'. -E.M.

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Quien entienda el cine como un lugar en el que la ficción se hace magia, y lo mágico se hace real, seguramente siga atrapado en el interior de la Nostromo, un transporte comercial interespacial de regreso a la tierra con siete tripulantes. Uno de esos, la interminable teniente Ripley aterrizará en la atmósfera pucelana de Los Goya. Aparecerá en el escenario nocturno espléndida Susan Alexandra Weaver, también conocida por Sigourney Weaver, y la soñaremos desaliñada, en camiseta de tirantes y bragas, sucia y sudorosa, agotada, espléndida, hermosa, en un papel de impecable factura. Valladolid soñaba una actriz monumental para sus Goya de nieve y abejas. Ripley forma parte del imaginario ineludible de personajes del cine, como Vito, Michel, Rick, Ilsa, Scarlett o Rhett, por citar las tres más grandes del cine. Todos fuimos Ripley en la platea del Morán, cine elegante y altivo de butacas burdeos, a orillas de Camino de Santiago, con su cartelería al óleo, tal que si fuera uno de Gran Vía. Sólo nos queda el recuerdo de Ripley. Los estrenos asomaban a provincias con seis meses de demora. Centralismo cinematográfico en la España postfranquista. Alien abrió la senda del protagonismo femenino al papel heroico y belicoso reservado hasta entonces casi exclusivamente para el género contrario. Una mujer en la piel de un soldado. Una mujer en bragas bregando como un tío. Una mujer a hostia limpia contra una criatura corrosiva y salivante. Una interpretación descomunal por obra y gracia de Ridley Scott, que luego la convirtió en Isabel La Católica sobre las escalinatas de la Clerecía de Salamanca. De teniente a reina. Nunca tuvo un Óscar. Ni falta que le hace. Tampoco lo tuvo Coppola por El Padrino o Paul Newman por El buscavidas. Los renglones torcidos del cine. Valladolid, el noveno pasajero. Ripley a flor de piel y alfombra roja. Sueña, Valladolid, es tu destino. Maulla Jonesy. Ripley cierra la escotilla. Levanta el telón, Valladolid, es tu fortuna.