Diario de Castilla y León

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MILTON FRIEDMAN, uno de los máximos exponentes de la escuela de Chicago y que con el tiempo llegó a obtener el premio Novel de Economía, publicó en el año 1970 un artículo en uno de los periódicos más prestigiosos de la prensa norteamericana. En él defendía el capitalismo y la libertad de mercado y de comercio frente al intervencionismo del Estado en sus diferentes formas, única garantía de progreso económico y social y exclusivo modo de combatir la pobreza de las naciones y de los pueblos. Esta publicación tuvo un gran impacto no solo en la academia, sino también en las políticas económicas gubernamentales de los años siguientes. Su tesis no era otra que el planteamiento teórico que Adam Smith había hecho dos siglos antes: la clave del bienestar social está en el crecimiento económico, que se consigue a través de la división del trabajo y la libre competencia y cuyas posibles irregularidades o imperfecciones se modulan por la “mano invisible”.

El año siguiente, es decir, en 1971, otro joven economista, publicó un estudio en el que rebatía el posicionamiento de Milton Friedman explicando que el ejercicio de la libertad de empresa por parte de los individuos con la consiguiente creación, estructuración y configuración de las empresas no puede estar circunscrito a la obtención de beneficios económicos, sino que debía centrarse en la consecución de otros fines como podían ser aspectos de naturaleza social ventajosos para las personas individualmente consideradas y para la sociedad entera. El nombre del prometedor economista que contrarrestó la línea filosófica neocapitalista, fue Klaus Schwab, profesor en una universidad suiza. Ese mismo año fundó el Foro Económico Mundial, organización no gubernamental internacional que se reúne desde entonces todos los meses de enero en Davos.

Acaba de terminar el último meeting del Foro de Davos 2024 en el que han participado personalidades como Christine Lagarde, António Guterres, Emmanuel Macron o Kristalina Georgieva, Pedro Sánchez o Javier Milei. Una de las principales conclusiones fue la necesidad de una progresiva instauración de un nuevo modelo de crecimiento que equilibre los motores de la productividad con la complejidad de la innovación, la inclusión, la sostenibilidad y la resiliencia. También centraron su atención en la solución a los problemas que genera la inteligencia artificial. En definitiva, dieron las claves hacia las que se dirigen y convergen los mercados, los países y las empresas del presente y del futuro.

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