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EN la política, como en la vida, uno debe saber dónde está, si le gusta y si quiere seguir estando. Porque en política, como en la vida, está bien el criticar pero se tiene que ser consecuente, además de saber qué y por qué se critica. Podría hablar de Emiliano García-Page y sus nada consecuentes críticas con sus actos, pero Castilla-La Mancha me queda lejos. Además, qué necesidad hay cuando ejemplos tiene la santa madre política castellana y leonesa.

El saco de boxeo de las críticas en esta Comunidad es Óscar Puente. Claro que el ministro de Transportes no es que sea encajador, es que responde con un crochet de derechas que llega por la izquierda y quien lo critica no lo ve venir. Y a Puente, las críticas le vienen por derecha y por izquierda.

En el flanco derecho aparece el alcalde de Valladolid y su soterramiento.  A Jesús Julio Carnero nadie puede criticarle por defender, un día sí y otro también, un proyecto que llevaba en su programa de gobierno. Ya habrá tiempo de reprocharle, si lo saca adelante que no lo va a sacar porque no hay gobierno que se gaste ese dinero cuando ya tiene firmada otra solución más barata, y  la obra se eternice y  las vías y los trenes continúen dividiendo la capital vallisoletana. Me temo que lo suyo va a ser predicar en el desierto y sus cartas acabarán en el cajón del olvido del Ministerio, como las de aquel amor no correspondido en los tiempos en los que no había el doble check azul de whatsapp. Pero la suya, la de Carnero, es una crítica lógica y consecuente con la defensa de una idea y un proyecto del que ha hecho bandera. Sólo un pero, que no olvide que quien tumbaba el soterramiento era un gobierno del PP y quien firmaba su lápida de defunción era un ministro del  PP con un consejero, también del PP. Entonces, no había críticas del PP.

Por el flanco izquierdo quien aparece para arremeter contra Puente es otro alcalde, el de León. Y aquí ya es cuando aparece el criticar por criticar, sólo buscando el aplauso fácil de corifeos que ven una actitud valiente lo que no pasa de bravuconada. Y es que lo último de José Antonio Diez contra Puente no alcanza ni a crítica consecuente ni seria. Si tan valiente es podría haberse metido con Pedro Sánchez, que es quien se reunía con Ryanair. Pero ahí el aplauso no sería el mismo. El aeropuerto de León merece, como el que más, crecer con más vuelos, pero Diez parece olvidar que Ryanair es una empresa privada que se instala e invierte donde quiere. Y ha decidido Valladolid, Vigo, Santander, Murcia y Cádiz. Quizás, sólo quizás, José Antonio Diez debería vigilar y controlar a qué se dedican los dineros públicos del consorcio del aeropuerto de León.

Y, mientras Puente, le sigue aplicando a uno y a otro, a Carnero  y Diez, la misma medicina, la del silencio y la indiferencia. La misma indiferencia con la que pasaba ese simulacro de consejo, comité territorial del Red Bull del PP. Tudanca quiere coger velocidad crucero. Que tenga cuidado que acechan los iceberg  y corre riesgo de acabar como el Titanic.