El rompeolas
FITUR Y Madrid Fusión. En diez días ambos acontecimientos hacen caja en Madrid, que es la playa donde rompen casi todas las olas, de casi todas las regiones de España, en materia de industria alimentaria y turística. Dos campos que nos tocan de cerca para ambos sectores en Castilla y León. Madrid es nuestro rompeolas y la playa más grande se llama IFEMA. Y lo es, no solo porque lo tengamos a dos horas, una menos en Ave, ni porque su padrón millonario nos proporcione rentables consumidores y compradores de productos alimentarios y de destinos turísticos. Que también, por supuesto. Gourmets (convertida ya en la gran feria alimentaria española) y Fitur se llevan la palma en el calendario ferial español. Sin descartar su marco internacional. Hasta aquí, nada nuevo. Madrid Fusión tienen otros perfiles en los que, incomprensiblemente, seguimos sin aprovechar por dos motivos: escasa notoriedad en casa de figuras sólidas y carismáticas en la cocina de vanguardia y cierta confusión en el significado de la célebre cumbre mundial. La brillante enóloga Alberca y el joven cocinero Casillas salvan la honra regional en el palmarés de esta edición. Pero no es una feria. Es un congreso internacional que concita cada año al estrellato de la alta cocina y, aunque repiten muchos de los ponentes, sigue por ahora en la cúspide del planeta y es hervidero de talento e innovación. El valor de la cumbre reside en que proporciona a los profesionales la mejor catequesis para aprender, escuchar e incrementar y contrastar conocimientos. Indiscutible hasta la fecha. Cerca de 600 congresistas pagan sus caras entradas para asistir a las conferencias, clases y demostraciones. Este es el objetivo principal. Un buen panel de ponentes a los que merece la pena conocer y escuchar, en su mayor parte, con traducción simultánea. Se llena el auditorio, que es la tarima grande. Y por la tarima chica, el Polivalente y las diferentes salas, el resto de las actuaciones, también muy concurridas. Teniendo en cuenta que se acreditan más de 700 periodistas y comentaristas gastronómicos de todo el mundo, sumando ponentes y congresistas, solo esos más de 1.500 profesionales justifican invertir en metros cuadros y exponer extramuros (en el entorno) y darse a conocer ante ese lujo de perfil profesional del visitante. Los flirteos políticos en la IFA catalana (institución ferial histórica) han servido en bandeja para que en los últimos años las ferias de Madrid escalen cotas de asistencia, metraje y rentabilidad. Madrid, por tanto, es un campo para sembrar en dinámicas de cocina, turismo y agroalimentación. Deberíamos ser más reflexivos, más ruidosos, más convincentes y reorientar la manera de exponer, contar y estar. Pero ese es otro cantar de los cantares.