Predicar y dar trigo en política
UNA COSA ES predicar y otra dar trigo, como decían las sagradas escrituras, y le gustaba repetir con insistencia al añorado delegado del Gobierno, el zamorano Miguel Alejo, siempre dialogante, siempre educado, siempre prudente. Y en política ambos asuntos son antagónicos. Se suele predicar en el desierto de la oposición por tierra, mar y aire. Y el trigo luce por su ausencia cuando se ejerce el gobierno. Predicó ayer en el Congreso el ministro vallisoletano de Transportes, el departamento encargado de hacer trenes y carreteras, o tenerlas empantanadas, como hicieron hasta ahora sus últimos predecesores en la cartera, tanto de PP como de PSOE. Predicó que las infraestructuras deben ser un ejercicio de responsabilidad que permita acabar con la desigualdad entre territorios y que debería ser un debate que saliese del mero combate político, para ser un asunto de consensos. Y no está desacertado al aspirar incluso a la utopía desde su recién y flamante nuevo cargo.
Ya predicó. Ahora le corresponde dar trigo. Y no hay mejor trigo que dar que practicar lo que se predica. Y para empezar con esas aspiraciones tan nobles, no hay nada mejor que atender a los representantes del territorio. Salir del ministerio, como ya lo ha hecho en unas cuantas ocasiones, bastantes más que sus ególatras, arrogantes y soberbios predecesores que sólo pisaban asfalto para cortar alguna cinta. Salir y escuchar a los territorios y los representantes legítimos de sus territorios. Incluso escuchar lo que no quiere oír. Escuchar, por ejemplo, a los alcaldes de Palencia y Valladolid, que aspiran al soterramiento de sus ciudades. Dos alcaldes de su tierra. Uno de su ciudad y la otra de su partido. Y poner negro sobre blanco. En cifras y plazos. Y a partir de ahí establecer un debate de realidades, que es la mejor fórmula para evitar las «expectativas falsas» o la «frustración» social de las que ayer acertadamente disertó el ministro en su primera comparecencia parlamentaria. Los consensos sólo salen del diálgo y de la confrontación de ideas. Lo demás es una fórmula centralista que muchos ministros de Fomento han prácticado como mero ejercicio de desprecio hacia la periferia. Y por descontado, el consenso no es darle a los independentistas todas las obras y trenes que quieran a costa de seguir empantanando las de Castilla y León. Ese es el consejo de Puigdemont, que empieza por asir al socio de los testículos, como en el chiste del paciente y el dentista.
Luego es cierto que está el caso del alcalde de León, que además de justificarse cada quince días con ataques a Puente en su ánimo por obtener supuestos réditos leonesistas, no se sabe qué quiere. Se pronuncia Ryanair tras reunirse con Pedro Sánchez en Moncloa y él aprovecha para salir a atizarle a Puente, ministro de su partido. José Antonio Diez tiene que aclararse consigo y decidir si es del PSOE. De lo que no hay duda que es del PSOE es Puente, al que han hecho ministro y miembro de la ejecutiva. Pero lo triste es que las rencillas personales o de partido del alcalde de León no contribuyen al progreso de su ciudad. Predicar y dar trigo.