Espantada nacional
GOBERNAR o no gobernar, he ahí la cuestión. Es lo que quizá nos planteamos un gran número de españoles cuando percibimos que la ‘espantada nacional’ tiene un precio alto que pagamos entre todos, pero asequible en el mercadillo de los separatistas que nunca se van a separar de España y que no se quieren separar, pero que incordian y se salen con la suya cada vez que increpan al gobierno de un presidente que tiene como horizonte seguir siendo presidente por los siglos de los siglos. Eso le gustaría, y eso procura desde la dimensión temporal que auspicia al ser humano que vota a los gobernantes sin tener en cuenta que esos gobernantes, a veces – muchas veces – van a lo suyo y solamente a lo suyo. El gobierno que desgobierna España late en la evocación fatal de todos los preceptos que agobian a los ciudadanos. Porque las leyes y los recientes decretos “interesados” son más de lo mismo. Su recorrido llega hasta el Congreso de los Diputados y queda ahí, para que creamos que esos diputados que han votado, en uno u otro sentido, tienen verdadero interés en resolver nuestros problemas. A los ciudadanos también nos preocupan la salud y la economía, como preámbulos de otras liturgias entremezcladas con la vida y con la dimensión de la vida. Pero, si pides cita al médico te la dan para dentro de cinco meses y los precios suben y suben sin parar. A los jubilados les preocupa mucho que sus pensiones pierdan poder adquisitivo y en realidad lo pierden. Apenas se nota la subida pregonada por esas ministras teñidas de rubio y vestidas de Prada que dicen que se ocupan de todas nuestras cosas ¡Cuentos chinos! Lo demás es hacer cavilaciones irreconciliables con nuestra realidad. Los políticos de los grupos separatistas han encontrado la mejor veta para vivir del cuento creyendo que hacen algo positivo. Junts y su líder, el prófugo Puigdemont, lo piden todo, hasta que no les quede nada por pedir, y, de paso, derrotan a Esquerra Republicana, la transforma en un grupo de pringados, y eso mismo le sucede al PNV, a Bildu y a ese líder catalán que apellida Aragonés. Pero los gallegos del Bloque ¡Ojo los gallegos! también están ahí, dispuestos a participar vivamente en las manifestaciones que exigen que los presos de ETA - los terroristas que mataron y justificaron la muerte - salgan por la puerta grande, pues se supone que ya sufrieron lo que tenían que sufrir: los muertos enterrados y ya casi olvidados. No hay dios que lo entienda. La vida es un invento viejísimo pero no obsoleto que se renueva generación tras generación, y que los últimos que llegan arden en apetencias innovadoras.