En pocas palabras
Fatal presagio. Lo sucedido el jueves en Pamplona –el PSOE votando a favor de los asesinos y de los herederos de la banda criminal ETA, disfrazada de Bildu–, despide al 2023 de la peor manera: dando un golpe mortal a la convivencia democrática, y llevando a las instituciones democráticas a su máxima degradación moral y ciudadana. Lo esperábamos pero, como siempre, hasta el último instante nos hemos aferrado, inútilmente, al milagro imposible: que alguien con sensatez cívica impidiera de alguna forma semejante catástrofe.
Todo se ha consumado, y ya no hay marcha atrás. Así que el 2024 se inaugura bajo la peor de las bienvenidas: se acabó la justicia como realidad jurídica que impide las corrupciones y los desmanes de la tiranía, de los políticos corruptos y ladrones, y de los golpistas impunes. Hemos caído en la peor de las vilezas: que una nación, como conjunto de derechos y deberes, acepte como bueno lo que no es más que una imposición ideológica del tirano de turno.
El conformismo de los españoles es ya un potranco desbocado que, al igual que el tirano y felón Sánchez, tampoco tiene marcha atrás. La temperatura de nuestra indiferencia llegará a su punto álgido cuando en nochevieja tomemos las uvas con las transparencias para dinosaurios de la Pedroche, con los goles de Jenni Hermoso apunto de fichar por Arabia Saudí, y con las correrías de Calleja que vive fuera de este planeta. Con todas estas frivolidades caídas del cielo, las mentiras de Sánchez perecen más verdad, la verdad es irrelevante, e incluso podemos prescindir de ella, pues –como escribía Terencio de una de sus comedias– «engendra odio». A mí como consuelo me queda lo que dijo la mosca al buey: juntos aramos y a ti toca tirar del arado. Que tengan un feliz 2024.