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Ana Redondo recibe la cartera del Ministerio de Igualdad de Irene Montero.- ICAL

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SE FUE COMO llegó Irene Montero, con su malas pulgas a otra parte. A ver si se pone a trabajar, por el feminismo o por lo que sea, pero a trabajar. Se fue casi como llegó. Dejó una herencia, de la algarada como ejercicio de lo público, y una buena camada de violadores de mujeres y niñas aliviados de barrotes o indultados de penas. Se fue despotricando de quien la hizo la ministra que nunca tuvo que haber sido, como hace la gente agradecida. Hazle un favor a una amiga y tendrás una enemiga para toda la vida. Al tiempo llegó Ana Redondo, con su habitual sutileza y elegancia institucional, ofreciendo una lección de ser y estar. Con el mandato de hacer de Igualdad un Ministerio, no el chiringuito del griterío y la infamia que ha sido. No aspiren a algarabías ni jolgorios constantes. A Igualdad ha llegado una política inteligente, formada, instruida, preparada y con experiencia parlamentaria y de gestión. Alguien que cree que la política es un asunto serio, que se debe afrontar desde el rigor y la responsabilidad que requiere el servicio a los ciudadanos. Una política previsible en las formas y el fondo. Una política que cuando se ha ido ha dejado una estela de respeto de los contrarios y la admiración de los propios. Así es Ana Redondo, en esencia. Luego, le acompañan una sarta de virtudes, entre las que está un tierno despiste habitual,  propio de una doctora en Derecho. ‘Oscarista’ hasta las entrañas orgánicas, y por partida doble. ‘Oscarista’ de Oscar Puente y ‘Oscarista’ de Oscar López. Era la obsesión ministerial de Pedro Sánchez, que tras dos intentos fallidos por llevarla a Cultura, tuvo que acabar recurriendo a su nuevo ministro de Transportes para convencerla que e es su momento. Hasta tal punto que Redondo creyó que iba a Cultura hasta el sábado recibió la llamada de Sánchez para decirle que iba a ser la encargada de pasar el Rubicón de Igualdad. Hasta nunca Montero. Los violadores y pederastas de 40 y 50 años te echarán de menos.