Diario de Castilla y León

EDITORIAL

La emigración, una aliada necesaria contra la despoblación

Una oficina de inmigración en una imagen de archivo. ICAL

Una oficina de inmigración en una imagen de archivo. ICAL

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DE PARTIDA, existen dos hechos incontestables. La emigración ha sido una constante en la historia de la humanidad desde el principio de los tiempos. Y en estos tiempos Castilla y León sufre el grave problema de la despoblación. En consecuencia, la llegada de migrantes a la Comunidad, de manera armonizada, no debe verse con rechazo, además de por ser la respuesta solidaria con quien busca un hogar, acusamos la falta de mano de obra, la producción y el consumo, así como la justificación de la puesta en marcha de servicios e infraestructuras crecientes de los que se excusa su ausencia por la falta de una población joven. Y ahí están los datos de afiliación de extranjeros  en la Comunidad que lo sustentan. La llegada de nueva población, a pesar de lo que digan algunos, no merma, sino que aumenta el sistema del estado del bienestar, sobre todo en su punto más delicado, como es el ayudar a sufragar el sistema de pensiones, donde la desproporción entre cotizantes y pensionistas resulta, sencillamente, insostenible. 

Los efectos positivos resultan evidentes, para el empleo, la industria... Cierto es que tampoco representa, ni mucho menos, la panacea para todos los problemas que padece Castilla y León, incluido el de la despoblación, que galopa de manera creciente desde los tiempos de los comienzos industriales, como acertadamente lo retrató ya un su día el genial Larra. Pero renunciar a ella o verla como una amenaza parece, sencillamente, un suicidio económico. Y social. Para que una sociedad se sienta viva, dinámica y con un proyecto de existencia debe haber una masa poblacional que lo haga posible.

Para quienes vienen a Castilla y León porque se ven obligados a emigrar, bajo un ineludible paraguas de orden y regularización en los países de acogida, hay que tratar de que puedan emprender proyectos y desarrollar sus trayectorias profesionales y vitales. Las dificultades surgen cuando se abre paso a la intemperancia política que nada aporta a lo que debería ser una sinergía positiva y natural, como así resulta cuando una persona de nacionalidad española se inserta más allá de nuestras fronteras.

La emigración es necesaria casi en cualquier coyuntura, más aún en la realidad dada en Castilla y León. Tampoco es posible que quien ha tenido que abandonar su hogar –no hace tanto era el pueblo español el que debía hacerlo– se encuentre con fronteras burocráticas y, lo que es peor, con la frontera interior del ánimo de los que debieran ser sus vecinos.

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