De la ética y la moral
HE QUERIDO estos días posteriores a las intervenciones de nuestras señorías en el intento de investidura de Alberto Núñez Feijóo, mantenerme al margen del fuego cruzado que se ha producido desde las diferentes bancadas del congreso, desde los medios de comunicación y desde las cafeterías donde toman aire los currantes más afortunados o desde las máquinas de café los menos, para intentar extraer lo más interesante de todas las críticas y de todos los comentarios vertidos con más o menos mala baba y me ha llamado la atención que el que más o el que menos ha sacado a relucir el concepto de la ética para atacar o defenderse, incluidos los propios intervinientes en el congreso.
Y es que la ética y la moral, ya puestos, son los conceptos más maleables y adaptables a las circunstancias y los intereses de cada uno que lo emplea de todo el diccionario español. Se podría decir que son conceptos plastilina ya que podemos hacer casi cualquier forma con ellos y presentarlos ante nuestra audiencia o hacia nuestros devotos con la forma que nos interese en cada momento. Que queremos hacer un círculo, lo hacemos; que queremos hacer una bola, pues le damos forma con nuestras propias manos; que queremos hacer un huevo con patatas fritas, pues lo hacemos, solo le tenemos que echar un poco de imaginación. La ética y la moral, ya puestos, valen para todo en cualquier momento y en cualquier lugar y como arma arrojadiza son de las más utilizadas. No hay nadie en nuestro país al que no le hayan intentado hacer daño arrojándole un trozo de ética o de moral a la cabeza mientras masticaba un trozo de tortilla después de haber hecho un comentario a media mañana sobre Felipe o sobre Alfonso o sobre José María o sobre José Luis o sobre Mariano o sobre Pablo o sobre Isabel o sobre Alberto o sobre Óscar o sobre Pedro.
Ocurre que la ética y la moral, ya puestos, han dejado de tener muy poca credibilidad entre los ciudadanos asiduos, en su media hora de descanso, a las cafeterías o a las máquinas de café y entre los que acuden todas las mañanas a las oficinas de empleo, también, porque de tanto manosearlas y de tanto mostrarlas con diferentes formas: hoy mi ética es un cubo y mañana es un triángulo, ya empezamos a pensar que eso de la ética y la moral, de paso, se trata de una milonga o de un trampantojo, en el mejor de los casos. O bien no existen o bien parecen una cosa, pero son otra.
La ética, que se trata de esa disciplina filosófica que estudia el bien y el mal y el comportamiento humano, anda tan perdida estos días que ni ella misma sabe ya en el tejado de quien se encuentra y de la moral, que podemos decir, que hay que tener mucha moral para levantarse todos los días y tener que escuchar frases con más paja que grano.
No es menos cierto que cada uno tenemos la ética y la moral, ya puestos, a diferentes alturas. Hay quienes el listón lo han situado rozando el cielo y otros al ras del suelo, pero cabe recordar, no obstante, que todos deberíamos saber diferenciar lo que está bien de lo que está mal o, al menos, lo que está muy mal de lo que está muy bien o, dicho sea de paso o aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid, algunos de nuestros políticos también deberían diferenciar lo que es útil para los ciudadanos de lo que no lo es tanto y dedicar más tiempo o algo de tiempo a esas cosas más prosaicas de la vida que consiguen poner de acuerdo a la ética y a la moral como: la pornografía infantil, los delitos sexuales (cada vez más comunes entre los jóvenes), la educación (no tenemos ninguna universidad entres las doscientas mejores del mundo), la inflación, la situación de nuestros mayores (muy precaria) o el empleo, por poner algunos ejemplos.
Fran Sardón es Presidente Impulsa Igualdad