Diario de Castilla y León

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QUE NO, señores míos. La cerrazón de Renfe-Adif contra el Ayuntamiento de Valladolid, y de paso contra toda la red viaria de Castilla y León, tiene los días contados. Ya se dice en El Quijote nada más empezar –II capítulo en concreto– que no vale estabular a la gente como a ovejas con tantos «agravios que deshacer, tuertos que enderezar, sinrazones que enmendar, abusos que mejorar, y deudas que satisfacer». Que no.

Lo digo porque hace nada nos anunció esta Renfe decimonónica, pesetera y sectaria, que vetaba los viajes ‘low cost’ de Ouigo con parada en Valladolid por una serie de sinrazones tan kilométricas de comprender que ya se contaban los agravios, las mentiras y las causas comparativas por quintales de lana. Por decirlo sin pelos en la lengua: quería plantarnos como en El Quijote –Capítulo XXII– le dejaron al pobre Sancho unos golfos y bellacos: sin  «gabán y en pelota». La Renfe pretendía que los usuarios de Valladolid, y de paso toda la clientela de Castilla y León, apencaran con los viajes astronómicos del AVE. ¿Por qué? Al parecer –y no se entiende de otra manera–,  como justo castigo por no contribuir generosamente con los votos a la investidura de Sánchez. Bueno, pues al parecer, a partir de 2024, el viaje a Madrid con Ouigo nos valdrá 9 euros. ¿Y qué significa este anglicismo de Ouigo que a mí tanto me cuesta pronunciar? Pues traducido, algo tan elemental como comprar el billete y decir: «¡Sí, vamos!». Pues a ponerse en marcha. 

¿Qué se esconde tras esta generosidad de rabanete y de coliflores para una sopa frankensteiniana? Pues lo de siempre: ganar tiempo, alargar plazos, esquilmar con la pasta. O sea, a ver si así nos olvidemos un rato del soterramiento. Pues esta vez va a ser que tampoco.

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