Otra oportunidad perdida para corregir desequilibrios industriales
PARA QUIENES en su afán por buscar miserias andan pidiendo, desde el desconocimiento del territorio que pisan, la reindustrialización de Castilla y León, basta acercarles de cuando en vez el INE. Por ejemplo las últimas series referidas a la exportaciones, que nos sitúan a la cabeza del país, con diez puntos por encima de la media, gracias al poderoso sector de la automoción. Somos la comunidad que más vehículos fabrica algunos años. Ese, en buena medida, es nuestro poderío industrial, además del imbatible de la agroalimentación. Nuestras fábricas son esenciales para el sector de la distribución, muchas de cuyas grandes firmas confían precisamente en nuestra industria agroalimentaria como proveedor fundamental y estratégico. Cuestión distinta es que la industrialización ejerza enormes desequilibrios y haya medrado a un ritmo distinto entre provincias que progresan a toda velocidad y otras que se han quedado estancadas o incluso se han subido al carro del retroceso industrial, como es el caso de la leonesa, a la que los gobiernos centrales de PP y PSOE condenaron por el cierre repentino del monocultivo del carbón y sus industrias aledañas, es decir, la térmicas, con todo lo que eso arrastraba de riqueza, empleo y dinamismo.
Los fondos Next Generation deberían ser un oportunidad. Una oportunidad de avanzar hacia un modelo sostenible y descarbonizado seguramente. Pero también hacia un modelo que tuviera en cuenta los hachazos sacudidos por Europa contra comarcas y territorios condenados a la desaparición paulatina por falta de oportunidades. Por lo que se ve y se conoce no va a ser así. Las zonas más industrializadas seguirán creciendo y siendo más ricas. Mientras se agudizará la pobreza de los territorios más castigados.
El devenir económico de Castilla y León tiene que ver con sus políticas internas y su modelo de convivencia y paz social. Pero también con las decisiones de los ejecutivos centrales. Para lo bueno y para lo malo. Ahora habría una oportunidad de impulsar inversiones millonarias en esos territorios y corregir el derroche cometido con los fondos Miner y los planes de industrialización que se gastaron en polígonos inservibles, piscinas sin nadadores y absurdos cursos de soldadura a mansalva, pero que llenaron los bolsillos de unos cuantos, mientras las cuencas morían de inanición.
El Gobierno volverá a ejercer su centralismo y apostará por la pura rentabilidad política para no generar alternativas en lugares que las necesitan como Ávila, Zamora, León, El Bierzo o Soria. Es la política de siempre, perpetrada por la indolencia de siempre.