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MATAR es, ciertamente, fácil. Demasiado. Quizá la dificultad estribe en la elección de la víctima. Y, sobre todo, en el conflicto ético. Así que, cuando la ética no forma parte del código de conducta del agente percutor, el hecho resulta extraordinariamente sencillo. La pericia hará que el resultado se consume, o quede en una tentativa, o en un acto frustrado.

Los novísimos modos de plantear un documental o de ejercer un determinado periodismo ofrecen, es lógico, innovadores métodos de ofrecer información. En el ámbito del terrorismo de ETA el relato tiene un inicio incluso previo al proceso de elaboración, pues exige que el agente preguntante se trasvista de gudari, y se encasquete un pasamontañas ideológico, que el sentido visual no percibe, pero el olfativo ventea a distancias kilométricas.

Sumergido plácidamente en el relato, su relato, los asesinatos resultan, primero, hechos colaterales, disparos rebotados en la defensa de grandes y nobles ideales. Que, aunque camuflados bajo la parafernalia de una lucha reivindicativa de una minoría acosada, destilan siempre un inconfundible perfume de sofisticado fascismo, explicado con una nomenclatura en clave de avance social y de derechos, eso que llaman progresismo. Liberación. Después, a la víctima se le amortaja con textiles que dejen intuir su carácter represor, o de colaboración con algún régimen (salvo con las dictaduras de izquierdas, que matan o reprimen siempre en beneficio de sus víctimas, aunque ellas lo ignoren, pobrecitas).

Ternera, ser éticamente tan deformado que su carácter humano es una mera apariencia, asesinó en 1976 al alcalde de Galdácano. Hasta unos meses antes viví, junto con mis padres y hermanos, a tiro de piedra del lugar de asesinato. Entonces, tan niño, y protegido de esa realidad terrorista, aún no sabía que matar era tan fácil. Y, claro, tampoco que las ideologías convertían viles asesinatos por la espalda en actos heroicos que liberan a pueblos oprimidos e incomprendidos.

La moda, los tiempos, cierto pudor sostenible, han operado un cambio en el protocolo de los gudaris y otros comandos fascistas de diversa apariencia (con la preferencia del prêt à porter nacionalista). Medios de líquida y venal ideología se encuentran trabajando a marchas forzadas para deconstruir lo sucedido, memoria democrática (¿) mediante, para ofrecernos la real realidad de lo realmente sucedido. Se trata, dicen, de recuperar la convivencia y paz social.

Matar es muy fácil. Y engañar a una sociedad no lo es menos. Una democracia con respiración artificial es una tiranía muy saludable.