Rubiales y Almodóvar
NO SE trata de banalizar ni de restar un ápice de gravedad e importancia al asunto del beso de Rubiales a la futbolista Jennifer Hermoso pero hay que reconocer que la lamentable sucesión de hechos, desde que la selección femenina de fútbol ganó el Mundial, podría constituir un guion cinematográfico que si lo coge Almodóvar hace unos años ríete tu de las chicas al borde de un ataque de nervios.
Si algo le faltaba al lamentable culebrón del beso de Rubiales era la aparición de su madre en una Iglesia de Motril haciendo huelga de hambre con el apoyo incondicional de los vecinos de la localidad granadina incluido el párroco, el farmacéutico, dos primas y todas las fuerzas vivas del pueblo. Si no fuera un asunto tan serio habría que dejarlo en manos de un sanedrín formado por Almodóvar, Torrente y el tristemente desaparecido Berlanga para dar forma a uno de los mayores esperpentos contados desde Valle-Inclán. Por fortuna la madre de Rubiales ha sido ya dada de alta del ingreso hospitalario por su huelga de hambre en defensa de su hijo pero este melodrama esperpéntico, independientemente de cómo acabe, merece una reflexión más profunda sobre la gestión, el funcionamiento, la financiación y el oscurantismo de las federaciones de fútbol.
Entretanto resulta llamativo el estruendoso silencio de la Federación castellana y leonesa de fútbol hasta que, como las demás, se produjo la suspensión de la FIFA dejando con el culo al aire a los que ovacionaban puestos en pie a Rubiales en su insólito discurso de la última Asamblea. Una escena de este esperpento de talla internacional que hacía recobrar la plena vigencia de aquellos calificativos históricos de “abrazafarolas” o “chupópteros” que ya pronunciaba el legendario García hace más de treinta años y que siguen definiendo con precisión la situación actual del mundo del fútbol.
En todo caso, resulta difícil de comprender cómo es posible que semejante personaje, más allá de la gravedad del vergonzoso e inaceptable beso en plena ceremonia de entrega de medallas de un Mundial, puede llegar a un cargo tan goloso y bien remunerado como la Presidencia de la Federación Española de Fútbol. Ya no sólo por el beso, que también, sino por su actitud chulesca, macarra, su tono amenazante , su forma de hablar, sus gestos en el palco o su impresentable discurso en la última Asamblea de la Federación ofreciendo cargos y mejoras económicas en directo. La consabida transparencia y regeneración a la que tanto se alude en política parecen estar aún a años-luz del multimillonario mundo del fútbol. Por algo será.