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LOS HECHOS son los hechos y lo demás es un cuento, señores. ¿Qué ha pasado con la cabeza del señor Rubiales que rodaría por Seur Exprés en cuanto Sánchez dijera hasta aquí hemos llegado? Pues que todavía no se la han cortado –la cabeza digo–, y que la cosa sigue durita y coleando. Estos, que sepamos, son los hechos evidentes: la Federación por los suelos en medio de una degeneración que no tiene precedentes; el mundial de futbol femenino como si no se hubiera ganado porque, al parecer, ése no era el asunto más importante; la presunta víctima sin poner todavía la denuncia preceptiva –que tanto ansía la Fiscalía para pegarse un subidón lujurioso–, porque el beso, el pico, la violación, o lo que fuera, no lo tiene claro, y con las cosas de comer no se juega; y la mitad de los españoles muertos de risa, y la otra mitad sin saber a ciencia cierta si en la cesta de la compra cuesta más el salmorejo o el conejo.

¿Y en Castilla y León está la cosa también tan dura? Durísima. Mi admirada Virginia Barcones, la delegada del Gobierno, nos está poniendo en serios apretones. Vean si no. Ella abanderó el destete de Amaral con la misma integridad que defendía el Cid a Castilla. Pero ay, cuando una paisana suya de Soria, repitiendo la gesta de Amaral, se le ocurrió el 25 de agosto darse un baño como vino al mundo en una de las fuentes de la ciudad de los 7 Linajes, la pobrecilla sin nombre, y a pesar de la colorina, fue detenida por la policía.

Total, que aquí, como en el resto de España, la jodienda no tiene enmienda, y la mitad se ríe con los bemoles del cura del Villalpando que los llevan cuatro bueyes y van sudando, y la otra mitad, más prudente, se hace la cuenta del Corbacho: «Yo sé que me sé, y de esto callarme he».